lunes, 16 de mayo de 2011

BIO MASA DOC 1


Biología sintética y el próximo asalto a la
biodiversidad
marzo de 2011
Introducción: Cuidado con la biomasa
En todo el mundo, las estrategias de las empresas y los gobiernos para afrontar el cambio
climático y la producción energética, agrícola, tecnológica y de materiales están
convergiendo cada vez más en torno a un mismo concepto: la biomasa.
La biomasa engloba más de 230 mil millones de toneladas de materia viva2 que la Tierra
produce cada año, como árboles, arbustos, pastos, algas, granos, microbios y más. Esta
riqueza, conocida también como “la producción primaria” de la Tierra, es mucho más
abundante en el Sur global —en los océanos tropicales, los bosques y pastizales de rápido
crecimiento— y sostiene la vida, cultura y necesidades básicas de la mayoría de los
habitantes del planeta. Hasta ahora, los seres humanos utilizan sólo una cuarta parte
(24%) de la biomasa terrestre para satisfacer sus necesidades básicas y la producción
industrial,3 pero sólo consumen una mínima parte de la biomasa oceánica, lo cual deja un
86% del total de la biomasa existente en el planeta (en mar y tierra) sin mercantilizar.
Sin embargo, gracias a los cambios tecnológicos —particularmente en los campos de la
nanotecnología y la biología sintética—, ese 86% de la biomasa no utilizada (y no
mercantilizada) puede convertirse en un objetivo de la industria, la cual pretende
utilizarla como fuente de carbono “verde” viviente para abastecer, o parcialmente
sustituir, los combustibles fósiles de carbón “negro” provenientes del petróleo, el carbón
y el gas que actualmente sostienen a las economías industriales del Norte global. Los
cambios pueden ya estar en proceso para reclamar a la biomasa como un componente
crucial de la economía industrial global, desde la generación de energía hasta la
producción de combustibles, fertilizantes y sustancias químicas. La Primera Parte de este
informe ofrece un panorama de la situación actual y de lo que la emergencia de una
llamada “nueva bioeconomía” significa para los pueblos, sus modos de vida y el
ambiente. La segunda parte ofrece un vistazo de los “nuevos amos de la biomasa”, es
decir, de los actores que la impulsan y las tecnologías a las que está asociada.
Lo que se nos vende como un cambio benigno y benéfico, del carbón negro al carbón
verde, es en los hechos un candente despojo global de los recursos naturales (del Sur al
Norte) para monopolizar una nueva fuente de riqueza. Si este despojo prospera, la
apropiación de la biomasa del Sur dirigida al abaratamiento del manejo de las economías
del Norte constituirá un acto imperialista en pleno siglo XXI que profundizará la
injusticia y empeorará la pobreza y el hambre. Acaparar los frágiles ecosistemas para
ampliar los inventarios de carbono y azúcar es una acción criminal contra un planeta ya
de suyo en crisis. En vez de aceptar las falsas promesas de una nueva y verde
bioeconomía, la sociedad civil debería rechazar las propuestas de los nuevos amos de la
biomasa y su más reciente asalto sobre la tierra, los recursos y nuestro planeta.
Biomasa:
Materia viva (o que estuvo viva). Se refiere escuetamente al peso de la materia biológica
(plantas, animales, bacteria, hongos, etc.) que se encuentra en un área específica. Ahora
la industria usa el término biomasa para referirse la materia biológica no fosilizada que
puede utilizar como insumo para la producción de combustibles, químicos y energéticos.
Nota sobre las unidades:
En este informe una tonelada se refiere a una tonelada métrica: 1000 kilos o 2204.6
libras.
¿Quiénes son los nuevos amos de la biomasa?
Las mismas empresas trasnacionales que impulsaron la dependencia del petróleo durante
el siglo XX pretenden ahora establecerse como los nuevos amos de la biomasa. Cuando
completen ese golpe, muchos de los ya conocidos actores corporativos estarán sentados
en la silla principal del orden económico mundial. Sea que sus autos se muevan con
biocombustibles, sus computadoras operen con bioelectricidad o sus tarjetas de crédito se
fabriquen con bioplásticos, no resulta demasiado relevante; lo temible es que tendrán un
control absoluto (amenazador) sobre los sistemas naturales de los que todos dependemos.
Los gigantes de los agronegocios y la silvicultura que ya controlan buena parte de las
tierras y los recursos biológicos del mundo están a la cabeza del desarrollo de la
bioeconomía y el nuevo mercado de la biomasa. Varios nombres familiares aparecen en
esta lista: Cargill, ADM, Weyerhauser, Stora Enso, Tate & Lyle, Bunge, Cosan Ltd.,
etcétera.
Las empresas de alta tecnología (biotecnología, nanotecnología y software)
proporcionan nuevas herramientas para transformar, medir y explotar el mundo
biológico, ayudando a desarrollar la mercantilización de la información genética. Entre
ellas están: Monsanto, Syngenta, Amyris Biotechnologies, Synthetic Genomics Inc.,
Genencor y Novozymes.
Las grandes empresas farmacéuticas, químicas y de la energía se están asociando con
los nuevos bioempresarios para modificar sus procesos productivos y su abasto de
materias primas. Es necesario estar al tanto de los movimientos de DuPont, BASF, DSM,
Duke Energy, BP, Shell, Total Oil, Chevron y ExxonMobil, entre otras.
Las empresas de servicios financieros y bancos de inversión están desarrollando
nuevas modalidades de bonos ecosistémicos, mercados de intercambio y de inversión e
bienes raíces mientras las viejas modalidades de comercio de bonos se colapsan a su
alrededor. Entre ellas se encuentran: Goldman Sachs, JP Morgan y Microsoft.
Las compañías de alimentos y bienes de consumo están ya haciendo el cambio hacia
productos, empaques e ingredientes “biológicos” para poderse presentar ante los
consumidores como empresas “verdes”: Procter & Gamble, Unilever, Coca-Cola.
¿Qué es lo que se está transformando?
No sólo biocombustibles...
“Muchos piensan en la biomasa principalmente como materia prima para
combustibles líquidos como etanol y biodiesel. Sin embargo, la biomasa puede también
ser convertida en una gran variedad de productos de uso cotidiano. De hecho, en la
actualidad existen muy pocos productos fabricados a base de petróleo, como pinturas,
tintas, adhesivos, plásticos, entre otros, que no puedan ser producidos a partir de la
biomasa.”
David K. Garman, Subsecretario de Energía, Ciencia y Medio Ambiente, durante la
administración de George W. Bush.4
“Tenemos el modesto objetivo de reemplazar a toda la industria petroquímica y
convertirnos en la principal fuente de energía.”
—J. Craig Venter, fundador de Synthetic Genomics, Inc.5
Una manera simple de comprender la ambiciosa propuesta de la nueva economía de la
biomasa es echando un vistazo a la lista de los productos y servicios cuya fabricación
depende de los combustibles fósiles. Después, imaginemos que cada uno de estos
sectores productivos “cambia” y adopta materia vegetal viva como materia prima en vez
del petróleo, el carbón y el gas natural asociado a la materia orgánica fosilizada:
Combustibles para el transporte
Actualmente, más del 72% del petróleo6 termina convirtiéndose en combustible líquido
para automóviles, camiones, aviones y calefacción. Los agrocombustibles como el etanol
y el biodiesel representan sólo el principio de la transformación del mercado de los
combustibles líquidos hacia la biomasa. Algunos agrocombustibles de nueva generación
son hidrocarburos que poseen las mismas propiedades químicas de la gasolina y el
combustible para aviones.
Generación de electricidad
Hoy día, el 67% de la producción global de electricidad se realiza a partir de la quema de
carbón, gas natural y petróleo.7 Sin embargo, está creciendo la quema conjunta de
carbón y biomasa y se registra una tendencia hacia el uso de astillas de madera, aceites
vegetales y residuos municipales como combustibles para la producción de electricidad.
Entretanto, avanzan las investigaciones en nanocelulosa y bacterias sintéticas para
producir corriente eléctrica a partir de células vivas, con el fin de transformar la biomasa
en electricidad sin necesidad de turbinas.
Químicos y plásticos
En la actualidad, alrededor del 10% de las reservas globales de petróleo son convertidas
en plásticos y sustancias petroquímicas.8 Sin embargo, para protegerse del alza en los
precios del petróleo y reverdecer su imagen pública, las grandes empresas químicas,
como DuPont, han puesto la mira en la caña de azúcar y el maíz como materias primas
para la producción de bioplásticos, textiles y sustancias químicas.
Fertilizantes
La producción global de fertilizantes consume intensivamente gas natural. Los
promotores del biochar (biomasa carbonizada) aseguran que han encontrado una manera
biológica de incrementar la fertilidad de los suelos, la cual puede ser producida en escala
industrial.
Parte 1
—Ahí viene la bioeconomía
Las economías basadas en la caza y la recolección dominaron por cientos de miles de
años antes de ser opacadas por las economías agrarias, que dominaron cerca de 10 mil
años. Después vinieron las economías industriales, comenzando en Gran Bretaña en la
década de 1760 y la primera de ellas que comenzó a perder su impulso fue la de
Estados Unidos hacia 1950. Estamos a medio camino en el trayecto de la economía de
la información, la cual, desde su inicio hasta su ocaso, durará entre 75 y 80 años,
culminando hacia la década de 2020. Preparémonos para la próxima: la bioeconomía.
—Futurólogos Stan Davis y Christopher Meyer, revista Time, mayo de 2000. 9
Han pasado más de tres años desde que el drástico aumento en los precios de los
alimentos generó una crisis que alcanzó los titulares noticiosos alrededor del mundo. De
pronto, la canalización de las cosechas hacia la producción de “biocombustibles”
(llamados “agrocombustibles” por sus detractores) se volvió un tema de intensa
controversia y oposición entre las comunidades rurales, particularmente en el Sur global.
Mientras los encabezados de los diarios se centraban en el entusiasmo de la industria por
el aceite de palma o el etanol de maíz (la “fiebre del etanol”),10 ésta sólo constituía la
punta del iceberg de una transición mucho más profunda y un cambio de trayectoria en la
política industrial. Esa trayectoria —hacia la economía de base biológica— está tomando
velocidad, acaparando poder político y acumulando muchos miles de millones de dólares
en subsidios e inversión privada. Independientemente de que esta nueva bioeconomía
cumpla lo que promete, su carga representa la misma amenaza para los pueblos, sus
modos de vida y el planeta que la que representó la “fiebre del etanol”, sólo que esta vez
se trata de una amenaza potenciada.
La retórica de una “nueva” bioeconomía, aunque imprecisa, forma parte de un tejido de
intereses y encabezados noticiosos, envueltos en la palabrería de moda que permea las
políticas ambientales, industriales y de desarrollo, como “sustentabilidad”, “economía
verde”, “tecnología limpia” y “desarrollo limpio”.
Tres bioeconomías
La bioeconomía describe la idea de un orden industrial basado en materiales, procesos y
“servicios” biológicos. Dado que muchos sectores de la economía global ya están
basados en ellos (la agricultura, la pesca y la silvicultura), sus proponentes hablan a
menudo de una “nueva bioeconomía” para describir un tipo particular de reinvención de
la economía global, es decir, una que integre las políticas neoliberales y los mecanismos
de financiamiento con nuevas tecnologías biológicas y modos de producción.
Resulta que el término “bioeconomía” se utiliza para describir, al menos, tres conceptos
distintos, aunque interrelacionados y que se refuerzan mutuamente, todos ellos basados
en la noción de que los sistemas y recursos biológicos pueden ser manipulados para
mantener a los actuales sistemas de producción industrial, de consumo y de acumulación
de capital:
Insumos: La economía de la biomasa— A veces, también es conocida como la
economía de base biológica o de los carbohidratos. Aquí, el concepto clave es que la
producción industrial se traslada del uso de recursos fósiles o minerales (petróleo, carbón
y gas natural) hacia el uso de materias primas biológicas vivientes, especialmente la
“biomasa” de la materia vegetal, como las astillas de madera, cultivos agrícolas y algas.
Procesos: La economía de la biotecnología— A medida que el ADN de las células
vivas es decodificado en información genética para el desarrollo de aplicaciones
biotecnológicas, las secuencias genéticas adquieren un nuevo valor como nuevos
elementos formativos de los sistemas de producción de diseño biológico. A partir del
“secuestro” de las “instrucciones genéticas” de células, plantas y animales, se los fuerza a
fabricar productos industriales. La industria transforma organismos transgénicos y
sintéticos en “biofábricas” que pueden ser emplazadas en cualquier parte del mundo, ya
sea en contenedores o plantaciones. La naturaleza es transformada para satisfacer los
intereses de la industria.
Servicios: La economía de los bioservicios— Mientras los ecosistemas se colapsan y
disminuye la biodiversidad, los nuevos mercados de los “servicios” ecosistémicos
favorecen el intercambio de “créditos” o “bonos” ecológicos. El objetivo declarado es
“incentivar la conservación”, mediante la introducción del afán de lucro para justificar
intervenciones en los sistemas naturales de gran escala, como el ciclo hidrológico, el
ciclo del carbón o el ciclo del nitrógeno.11 De manera similar a los “servicios” de un
sistema de producción industrial, estos “servicios ecosistémicos”, creados para privatizar
los procesos naturales se volverán, progresivamente, más eficaces para servir a los
intereses corporativos.
Toda esta retórica oculta un asalto sobre las más ancestrales economías de base biológica,
representadas por miles de millones de personas que tienen derechos preexistentes sobre
las tierras y las aguas costeras donde crece la biomasa. Sus sistemas de saberes y modos
de vida se tejen con un complejo abanico de organismos que nos sostienen a todos: la
llamada “biomasa” (bosques, suelos, plantas y microbios), que estos pueblos y
comunidades han nutrido durante milenios. Para aquellos que ya han sufrido las
consecuencias de sucesivas oleadas industriales, la inminente llegada de la nueva
bioeconomía no es algo nuevo. Es sólo otro asalto a los bienes comunes que destruirá los
recursos y los territorios de los pequeños agricultores, campesinos, pescadores, pastores y
pueblos indígenas, es decir, aquellos que se han encargado de preservar la biodiversidad,
de producir nuestra comida y que no contribuyen al calentamiento global.
Esta nueva bioeconomía, del modo en que la entienden las corporaciones forestales, de
los agronegocios, de la biotecnología, la energía y la química, significa un paso más en el
proceso de confinamiento y degradación del mundo natural: privatización de la materia
vegetal para transformarla en mercancías industriales, ingeniería de células para
someterlas a la producción tipo fábrica y redefinición y reorganización de los ecosistemas
para volverlos proveedores de “servicios” de apoyo a la industria.
La bioeconomía, también conocida como…
En el presente informe, utilizamos los términos bioeconomía o economía de la biomasa.
Presentamos aquí algunos de los términos utilizados por otras instituciones para referirse
a la visión industrial de convertir el material biológico viviente en bienes y servicios:
Economía de base biológica – OCDE
Bioeconomía del conocimiento (Knowledge Based BioEconomy, KBBE) – Unión
Europea
Industria de la biorrefinación industrial – Foro Económico Mundial
Biotecnología blanca o Biotecnología industrial – Organización de la Industria de la
Biotecnología
Economía verde / Servicios de la biodiversidad – Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA)
Economía de los carbohidratos – Instituto para la Autonomía Local
La revolución bioeconómica – Consejo para la Investigación y Desarrollo de la Biomasa,
del gobierno de Estados Unidos -----box ends
¿Qué es la biomasa?
En sentido estricto, la biomasa es una medida de peso utilizada en la ciencia de la
ecología. Se refiere a la masa total de todas las cosas vivientes (materia orgánica)
ubicadas en un localización determinada.12 Los peces, los árboles, los animales, las
bacterias e incluso los seres humanos son todos biomasa. Sin embargo, más
recientemente, el término se utiliza para denotar todo el material biológico no fosilizado,
particularmente el material vegetal que puede ser usado como materia prima para
combustibles o para la producción química industrial.13
De acuerdo con la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD), “la biomasa incluye la materia orgánica disponible y renovable, como los
bosques, los residuos de la molienda, los cultivos agrícolas, la madera y sus residuos, los
residuos animales, los desechos de la crianza de ganado, las plantas acuáticas, los árboles
y plantas de crecimiento rápido y la porción orgánica de los residuos municipales y
ciertos residuos industriales”.14
Si se examina con más detenimiento lo que los gobiernos y las empresas consideran
como “biomasa”, ésta incluye llantas, los lodos de los desagües, los plásticos, las maderas
tratadas, los materiales de construcción recubiertos y los desechos de la demolición, el
estiércol de los animales criados industrialmente, los despojos de los rastros y las vacas
incineradas.15
Las plantas han sido fuente de energía y material de producción durante miles de años,
pero el nuevo uso del término “biomasa” marca un cambio industrial específico en la
relación de los seres humanos con las plantas. A diferencia del término “planta”, que
indica la pertenencia a un mundo taxonómico diverso de múltiples especies y variedades,
el término biomasa trata a toda la materia orgánica como si fuera la misma “materia
vegetal” indiferenciada. Reformuladas como biomasa, las plantas son reducidas
semánticamente a su común denominador para que, por ejemplo, los pastos y los bosques
puedan ser redefinidos comercialmente como fuentes de celulosa y carbón. De este modo,
la biomasa opera como un término profundamente reduccionista y antiecológico, porque
trata a la materia vegetal como una mercancía homogénea. Al igual que los otros “bios”
(los “bio-combustibles” o la “bio-tecnología”), el uso del término biomasa para describir
a la materia viviente enciende la alarma de que hay intereses industriales en movimiento.
La celulosa – El azúcar milagrosa
“El firme roble y la digna palmera, el pasto que cubre la buena tierra, los líquenes que
visten a las rocas, hasta las diminutas algas que florecen en el mar, todos producen
celulosa. La celulosa es la grandiosa sustancia primaria de todo el reino vegetal.”
—William Haynes, Cellulose: The Chemical that Grows, 1953 16
Si se removiera la delgada capa de materia viviente que recubre el planeta Tierra y se la
redujera a sus componentes químicos más básicos, la mayor parte de lo que se
encontraría sería un azúcar verde llamada celulosa. Se la encuentra en todas las plantas,
así como en algunos microbios, en la forma de largas cadenas de glucosa, de estructura
fibrosa y ocasionalmente, cristalina.17 Este componente molecular común se está
convirtiendo rápidamente en el favorito de la industria, por varias razones:
Abundancia: La Tierra genera cerca de 180 mil millones de toneladas de celulosa cada
año.18 Esto la convierte en el compuesto orgánico más abundante sobre el planeta.
Energía: La celulosa es la principal fuente de energía para la nutrición animal y para la
generación de calor, al incinerar los materiales vegetales.
Flexibilidad: Muchos de los primeros plásticos fueron producidos a base de celulosa
vegetal. La celulosa puede ser modificada químicamente de muchas maneras para
producir nuevos polímeros, recubrimientos, aceites y combustibles.19 Trabajos recientes
han demostrado que las fibras de celulosa modificadas en nanoescala presentan nuevas
propiedades adicionales.20
La celulosa no es (necesariamente) alimento: Mientras que los vegetales y los granos
tienen un alto contenido de celulosa, también lo tienen los componentes no alimentarios
de las plantas. Los defensores de los biocombustibles alegan que la celulosa que se
encuentra en los tallos y las hojas de las plantas puede usarse en procesos industriales,
dejando para consumo alimentario los granos y los frutos.
Pero a pesar de que la celulosa puede ser abundante, una limitación significativa ha sido
hasta ahora, la dificultad para separarla de los otros componentes de las plantas (véase la
gráfica arriba). En muchos casos, la celulosa está ligada a una matriz de compuestos
conocida como lignocelulosa, la cual, a su vez, se compone de lignina (una sustancia
dura, rica en carbón) y hemicelulosa (una mezcla de otros azúcares).
Para romper la unión entre la lignina y la celulosa y reducir a ésta última en azúcares
simples se requiere un proceso de calentamiento intenso, o bien la aplicación de
poderosas sustancias químicas o enzimas, como las que se encuentran en las entrañas de
las vacas y las termitas. La tarea de separar industrialmente la celulosa de los otros
componentes se ha convertido en una de las áreas de investigación más activas en las
ciencias de la energía y los materiales.21
Volviendo a lo elemental – “Es la economía del carbono, estúpido”
“Es el contenido de carbono de esta biomasa y su aplicabilidad para muchos usos que
la vuelven la materia prima valiosa del futuro.”
—Energy Matters, Boletín del Programa de Tecnologías Industriales del Departamento
de Energía de Estados Unidos, verano de 2010
“La base de una bioeconomía es la generación de carbono utilizando recursos
renovables, como los cultivos y otra biomasa, en vez de depender del carbono de base
petrolera no renovable.”
—Georg Anderl, Presidente de la Asociación para el Desarrollo BIOWA, 2004 22
En una era de abasto petrolero cada vez más restringido, no es de sorprender la excitación
comercial respecto a la celulosa como nueva fuente “no convencional” de carbono. Las
empresas involucradas en el desarrollo y producción de biocombustibles y biomateriales
se refieren comúnmente a las plantas como simple fuente de moléculas de carbono,
invisibilizando con ello el resto de los componentes y funciones de la materia vegetal. La
medición de las reservas globales de carbono que realizan las empresas energéticas revela
que las miles de millones de toneladas de carbono encerradas en las existencias globales
de biomasa superan por mucho a las reservas conocidas de petróleo y gas, se equiparan a
las reservas de arenas bituminosas y sólo son superadas por los depósitos de carbón. Los
inventarios recuperables de carbono contenidos en todos los combustibles fósiles se
estiman en 1.1 billones de toneladas,23 mientras que la biomasa global contiene
aproximadamente la mitad de ese volumen de carbono (503 mil millones de toneladas,
véase la gráfica ¿Cuánto carbono?). Como indica Rosalie Lober, analista del negocio de
los biocombustibles, “los biocombustibles son yacimientos de petróleo que existen en la
superficie, un tipo distinto de reservas probadas”.24
Poniéndonos geopolíticos – Todo está en el Sur
“Si se mira una imagen del globo terráqueo… es muy fácil ver dónde están las partes
verdes y esos son tal vez los lugares donde uno podría producir esas materias primas.”
—Steven Koonin, Ex Subsecretario para Ciencia del Departamento de Energía y ex Jefe
de Investigación en BP, 2009 25
“Es probable que surja una nueva división internacional del trabajo en la agricultura,
entre los países que poseen grandes extensiones de tierra cultivable —y, por tanto,
potenciales exportadores de biomasa o sus derivados— y aquellos países con poca
extensión de tierras cultivables (es decir, importadores de biomasa, como Holanda). Se
espera que los mayores centros exportadores de biomasa sean Brasil, África y América
del Norte.”
Foro Económico Mundial 26
Aunque desde el espacio el planeta pueda verse verde y rico en biomasa, el sucio
secretito de la economía de la biomasa es que —al igual que las reservas de carbono
fosilizado, como el petróleo, el carbón y el gas natural—, las reservas de carbono viviente
no están distribuidas homogéneamente. En el mundo, los depósitos de vegetación
terrestre se estiman en 500 mil millones de toneladas de carbono. Sin embargo, 86% de
ellas (430 mil millones de toneladas) están almacenadas en las regiones tropicales y
subtropicales, mientras que las ecorregiones boreales y templadas almacenan sólo 34 mil
y 33 mil millones de toneladas, respectivamente.27 Es en las regiones tropicales donde la
biomasa se renueva más rápidamente y donde la biomasa marina, principalmente el
fitoplancton, es más productiva.28
No es casual que las áreas del planeta donde la biomasa se encuentra más concentrada
estén capturando la atención y el interés de las empresas que quieren producir
biocombustibles, químicos de base biológica y bioelectricidad. En particular, Brasil ha
experimentado un incremento masivo en las inversiones dirigidas a la bioeconomía. De
hecho, el Foro Económico Mundial ha sugerido que “es probable que surja una nueva
división del trabajo en la agricultura”, (entre los países tropicales productores de biomasa
y los países del Norte), aunque en realidad no está muy claro cuál es la novedad de esta
división internacional del trabajo.29
La industria se ha dado cuenta de que “la geografía es destino”, afirma Mark Bünger,
quien hace el seguimiento de la bioeconomía en su calidad de Director de Investigación
en la consultoría Lux Research. Bünger explicó a Antonio Regalado —miembro del
equipo editorial de Technology Review— que “sólo unos cuantos lugares del planeta
tienen la lluvia, el sol y la masa de tierra necesaria para producir biocombustibles en una
escala y precio tales que puedan tener un impacto real”.30 Así, mientras Brasil se ubica
en el primer lugar, el África subsahariana se coloca en un cercano segundo lugar, lo cual
es puesto en evidencia por una fiebre de acaparamiento de tierras y un creciente interés
por plantar caña de azúcar en la región.31
“Mientras buscábamos por todo el mundo dónde se encontraba la biomasa de menor
costo y mayor volumen, descubrimos que Brasil era, en realidad, la Arabia Saudita de
los recursos renovables”
—John Melo, Director Ejecutivo de Amyris Biotechnologies, Inc.32
La obtención de la biomasa
–Acaparamiento global
En el corto plazo, las naciones que poseen extensiones significativas de bosques y
crecientes áreas de cultivo de plantaciones (Brasil, Indonesia, Estados Unidos, Canadá,
Rusia y los países del África Central) competirán entre sí para colocarse como “la Arabia
Saudita de la biomasa”.33 Con el tiempo, sin embargo, los ecosistemas agrícolas, los
pastizales, los desiertos y los ecosistemas oceánicos se convertirán también —y cada vez
en mayor medida— en el objetivo del asalto global sobre la biomasa. Cada uno de estos
ecosistemas tiene ventajas como fuente de biomasa y, aunque los amos de la biomasa
afirman que algún día serán capaces de utilizar cualquier tipo de materia disponible, en el
corto plazo se concentran precisamente en los mismos cultivos que ya son explotados por
la agricultura industrial y la industria forestal: el maíz, la caña de azúcar, la soya y las
variedades de rápido crecimiento de eucalipto, álamo, palma aceitera y pino.
Bosques naturales
Los bosques naturales —que representan el mayor depósito de biomasa terrestre—
experimentan la mayor presión inmediata derivada de las actividades de extracción de
biomasa. Aunque las superficies forestales han sido sistemáticamente reducidas debido a
siglos de prácticas de tala inmoderada, continúan siendo el hogar de millones de
indígenas, algunos de los ecosistemas más diversos del planeta, y desempeñan un papel
crucial en la regulación del clima. Con el tiempo, los costos políticos y ecológicos de la
remoción de la biomasa restante de los bosques naturales podrían resultar demasiado
altos como para sostener a toda una industria dependiente de la biomasa. El
calentamiento global ya está generando una enorme presión sobre los ecosistemas
forestales, de modo que cualquier volumen de biomasa extraído de los bosques
incrementará el riesgo de incendios, de proliferación de plagas y de sobre explotación de
los suelos, entre otras consecuencias negativas.34
Plantaciones
Las plantaciones de monocultivos de árboles de rápido crecimiento y ricos en celulosa
(como el eucalipto, el álamo o los árboles de frutos aceitosos, como la palma y la jatrofa)
ya están proliferando, particularmente en el Sur global, a menudo en tierras donde
anteriormente existían bosques. Desde 1980, las plantaciones forestales tropicales se han
multiplicado por cinco,35 y la carrera por la biomasa está acelerando esa tendencia. Los
árboles y monocultivos de plantación, en su mayoría de propiedad privada, con un valor
mínimo en términos de biodiversidad y con impactos negativos importantes sobre el agua
y los suelos, se convertirán en la principal fuente de biomasa para uso industrial en las
próximas décadas, alterando lo mismo a las comunidades que a los ecosistemas y
fomentando la inequidad y los conflictos por la tierra y el agua. La industria forestal tiene
la pretensión de que tales plantaciones sean reconocidas como bosques. Sin embargo, las
plantaciones de monocultivos de árboles tienen un significado ecológico muy diferente al
de los bosques naturales.
Ecosistemas agrícolas
El mayor —y mejor organizado— asalto sobre la biomasa del planeta lo representan los
mil 500 millones de hectáreas de cultivos alimentarios y fibras textiles.36 Existen
razones evidentes para alarmarse, especialmente si se cambia el objetivo principal de la
agricultura de la producción de alimentos a la producción de materias primas y energía.
La industria mira a los ecosistemas agrícolas como atractivas fuentes de biomasa porque
ya están diseñados para su cosecha, almacenamiento y transporte al mercado. En la
agricultura, el objetivo de corto plazo de los mercados de la biomasa se concentra en la
apropiación de los “desechos” de los cultivos comerciales, como las hojas y tallos del
maíz, la pajilla del arroz, la cáscara del trigo y el algodón, o bien en la introducción de
pastos ricos en celulosa de rápido crecimiento, como el bambú, el pasto varilla y el
Miscanthus (pasto elefante). Desafortunadamente, la extracción de los residuos verdes de
la tierra tendrá un efecto dañino sobre los suelos agrícolas; los pastos de crecimiento
rápido podrían incrementar los requerimientos de agua y volverse cultivos invasivos.
Entretanto, la presión por dedicar los mejores suelos agrícolas a la producción de biomasa
erosionaría aún más la soberanía alimentaria de muchas naciones y tendría efectos
contrarios a las medidas de conservación.
Pastizales
Aunque el uso comercial de los pastizales y las praderas se ha limitado principalmente a
servir como forraje para los animales de pastoreo, la carrera por la biomasa está creando
un nuevo mercado para esas tierras. El corte regular de los pastos en las praderas que
regularmente requieren pocos insumos para la obtención de paja se ha propuesto como
una solución ecológica para la extracción de biomasa que, supuestamente, mantendría a
la biodiversidad nativa in situ. Pero la presunción de que bajo tales condiciones de
manejo los pastizales y las praderas podrían seguir siendo biológicamente diversos está
siendo refutada, lo mismo que su supuesto potencial para generar una ganancia energética
real.37 Sin embargo, a medida que se intensifica la búsqueda de nuevas fuentes de
biomasa, los pastizales podrían convertirse en un factor de importancia creciente o
podrían también convertirse en tierras de cultivo de plantaciones, lo que tendría impactos
significativos sobre la producción ganadera, los derechos de pastoreo y la biodiversidad.
Ecosistemas marinos
Las algas y vegetación marina en los océanos del mundo suman casi la mitad de la
producción anual global de biomasa en el planeta (48.5%), aunque hasta ahora ha sido de
difícil acceso para usos industriales o la producción de alimentos.38 Los océanos
representan una fuente de biomasa no explotada y la carrera por su apropiación y
explotación industrial tendrá un efecto inevitable sobre los ecosistemas marinos. El actual
cultivo industrial de algas y vegetación marina es de pequeña escala, si se lo compara con
la vastedad de los recursos naturales disponibles. Los océanos son difíciles de operar y,
en su mayor parte, están regidos por una legislación común, de manera que la extracción
de una parte mayor de la biomasa oceánica existente o su cultivo industrial puede requerir
nuevas tecnologías y, posiblemente, nuevos acuerdos jurídicos internacionales. En el
corto plazo, el cultivo de algas muy probablemente se expandirá en tierra firme,
particularmente en las zonas desérticas. Pero las empresas ya están experimentando con
la cosecha de algas silvestres en las bahías y zonas costeras para la producción química y
de combustibles (por ejemplo, Blue Marble, en Seattle, Estados Unidos),39 mientras que
otras empresas están explorando técnicas para el cultivo de algas en granjas marítimas y
el “corte” de las algas en el lecho marino.
Desiertos y humedales
Los desiertos, los pantanos y otras tierras clasificadas como “marginales” se encuentran
ya bajo intensa presión, y a pesar de que no aparecen como objetivos inmediatos para la
extracción de biomasa, a medida que ocurren cambios en el uso de los suelos, estos
ecosistemas más frágiles y remotos entran en la mira de la nueva bioeconomía. Los
desiertos y las tierras áridas, en virtud de su captación de radiación solar, están siendo
considerados objetivos de gran escala para la producción de algas en estanques
desérticos e invernaderos y bien podrían ser cultivados con pastos u otros cultivos
genéticamente modificados con tolerancia a las sequías. Asimismo, los humedales
podrían ser invadidos con variedades de cultivos tolerantes a la salinidad.
¿Regreso al futuro? Carbohidratos vs. hidrocarburos…
De la extracción de petróleo al hackeo de plantas
A los promotores de la economía de la biomasa les gusta hablar del próximo cambio de
una economía de los hidrocarburos (basada en la producción y consumo de combustibles
fósiles) a una economía de los carbohidratos (basada en la producción vegetal). Hablando
en términos químicos, la diferencia entre un hidrocarburo y un carbohidrato se reduce a
unos cuantos átomos de oxígeno. Los carbohidratos son azúcares compuestos de carbono,
hidrógeno y oxígeno y son considerados materia orgánica. En contraste, los
hidrocarburos sólo se componen de hidrógeno y carbono y son clasificados como
minerales.
Pero en términos históricos (e incluso desde la perspectiva actual de las comunidades
locales e indígenas), los carbohidratos de las plantas son los que priman en la tarea de
satisfacer las necesidades humanas. Apenas hacia la década de 1820, la población de
Estados Unidos consumía dos toneladas de vegetales por cada tonelada de minerales
como materia prima para tintes, sustancias químicas, pinturas, solventes e incluso,
energía. Para 1920, esta relación se había invertido y para mediados de la década de
1970, los estadounidenses consumían ocho toneladas de minerales por cada tonelada de
carbohidratos vegetales.41 Dos factores posibilitaron ese drástico cambio:
La mayor densidad energética de los combustibles fósiles: media tonelada de carbono
contiene la misma cantidad de energía que dos toneladas de leña verde; así, el carbón
—y posteriormente el petróleo (que es aún más denso energéticamente y más fácil de
transportar)— se convirtieron en los combustibles preferidos para la revolución
industrial.42
El éxito de la petroquímica: los pioneros de la química sintética aprendieron a
transformar el alquitrán de carbón en tintes lucrativos y, eventualmente, a
descomponer el petróleo en muchas moléculas que podían ser después refinadas para
volverlas combustibles, ceras, explosivos, pesticidas, plásticos, pinturas,
medicamentos, cosméticos, textiles, hules, gasolina, asfalto y mucho más.43
En la actualidad, sin embargo, la volatilidad de los mercados, el potencial de lucro de los
mercados de carbono, el desarrollo de nuevas tecnologías y las preocupaciones por el
agotamiento del petróleo contribuyen a impulsar el regreso al uso de la biomasa. Así
como en el siglo XIX los desarrollos en la química inorgánica hicieron posible la
economía de los hidrocarburos, en nuestros días, la innovación en la biología sintética
permite a las corporaciones readecuar la economía de los hidrocarburos a las existencias
de carbohidratos.
“Una tercera parte de la tierra en el planeta no es cultivable; 11% es usada para
sembrar cereales y otros cultivos y 55% existe como pastizales, praderas, sabanas y
bosques. Al parecer, queda mucha tierra”
—Steven Koonin, ex subsecretario para ciencia del Departamento de Energía de Estados
Unidos y ex jefe de investigación de BP, al opinar sobre la búsqueda de tierras para los
cultivos de biomasa, 2008. 40
Vendiendo el cambio
El análisis del Grupo ETC plantea que lo que realmente impulsa la inversión en la nueva
bioeconomía es el conocido oportunismo capitalista. No obstante, sus impulsores han
desarrollado nuevas formas de disfrazar su imperialismo de viejo cuño. A continuación se
exponen algunos de los alegatos más comunes para justificar el nuevo asalto sobre la
biomasa.
1. Dulces sueños : la economía de los carbohidratos
El término “economía de los carbohidratos” fue acuñado originalmente por activistas del
Instituto para la Autonomía Local (Institute for Local Self-Reliance, ILSR) quienes, a
inicios de la década de 1990 describieron su visión sobre la producción química y de
materiales industriales basada en plantas en vez de petróleo.44 Su interés en los
materiales vegetales (o biomateriales) derivaba de la esperanza de que tales materiales
podrían ser diseñados para degradarse mejor en el ambiente, a diferencia de los plásticos
derivados del petróleo.
2. Sueños verdes: recursos “renovables” y la economía del hidrógeno
La biomasa ha sido incluida de manera consistente en las descripciones y definiciones de
lo que constituye un recurso renovable puesto que, teóricamente, las plantas y los árboles
crecen nuevamente, después de ser cosechados. La biomasa también es ocasionalmente
descrita como un recurso clave para el desarrollo de otra visión “verde”, la noción de una
“economía del hidrógeno”, puesto que el hidrógeno puede ser extraído de las plantas.
Definiciones:
Carbohidratos: azúcares y almidones; moléculas orgánicas compuestas principalmente
por átomos de carbono, hidrógeno y oxígeno que se encuentran en la materia vegetal. El
carbohidrato más abundante es la celulosa.
Hidrocarburos: minerales ricos en carbono, mezcla de carbono e hidrógeno, el término se
usa frecuentemente para describir insumos derivados de fósiles, tales como carbón,
petróleo y metano (aunque existen hidrocarburos que no provienen de los combustibles
fósiles).
3. Sueños refrescantes: la economía neutral en carbono
La actual urgencia por enfrentar el problema del calentamiento global inducido por la
actividad humana ha puesto a la biomasa en el centro de las políticas energéticas de los
gobiernos. Puesto que las plantas pueden capturar el dióxido de carbono (CO2) de la
atmósfera, los políticos ven a la materia vegetal como una base “neutral en carbono” para
la producción de energía, alegando que las emisiones de CO2 provenientes de la
producción de bioenergía son recapturadas simplemente mediante la reforestación o la
renovación de los cultivos. En 2008, la Agencia Internacional de Energía calculó que la
energía derivada de la biomasa representó el 77% de la producción global de energía
“renovable”.45
4. Sueños patrióticos: independencia energética
En Estados Unidos por lo menos, la idea de una bioeconomía nacional —como baluarte
patriótico contra el terrorismo y las guerras por el petróleo—, es muy atractiva. Mediante
la “reducción de la dependencia al petróleo extranjero” (como reza el mantra), los
biocombustibles y bioplásticos podrían fortalecer la soberanía nacional al tiempo que
reducen los fondos dirigidos a los estados petroleros extremistas. Esta noción atraviesa
todas las posturas políticas, penetrando el sentimiento antibélico de la izquierda y las
paranoias y el ultranacionalismo de la derecha.
5. Sueños de avance: desarrollo limpio y el movimiento por los “empleos verdes”
¿Cómo ayudar a que las economías más pobres “se desarrollen” y, al mismo tiempo,
evitar las industrias sucias y el excesivo consumo de recursos en los países desarrollados?
Ese es el presunto dilema que motiva el desarrollo de nuevas tecnologías para lograr el
“salto ambiental”, un desarrollo más limpio y más verde. En el ámbito de la ONU, esta
idea ha tomado forma en la visión de una “economía verde”, propuesta que desarrolla el
PNUMA. Al mismo tiempo, un movimiento emergente por los llamados “empleos
verdes” argumenta que las tecnologías de la bioeconomía pueden rescatar a la estancada
fuerza de trabajo industrial de América del Norte y Europa.
6. Sueños de unidad: tecnologías convergentes y “tecnologías limpias”
El término “tecnologías convergentes” hace referencia al modo en que ámbitos
tecnológicos aparentemente distintos, como la nanotecnología, la biotecnología, las
tecnologías de información y la robótica pueden combinarse para crear una poderosa
plataforma tecnológica híbrida. En los círculos de la política científica europea, se
propone que las tecnologías convergentes sean dirigidas a aplicaciones “sustentables”,
como la bioenergía y las “tecnologías climáticas” que además impulsen el crecimiento
económico.46 Los principales científicos e inversionistas en Estados Unidos llaman
“tecnologías limpias” a esta nueva oleada de tecnologías ambientales: un área de
inversión de miles de millones de dólares que incluye biocombustibles, bioenergía,
bioplásticos y muchos otros biomateriales, así como las tecnologías que supuestamente lo
harán posible: biología sintética y nanotecnología.
Un despojo, no un cambio
Pensar que el ascenso de la bioeconomía y el creciente interés por la biomasa obedecen al
desarrollo de una mentalidad verde o a una conciencia nacionalista es suponer
erróneamente que los dirigentes de las grandes corporaciones y de las economías de la
OCDE están motivados por esas preocupaciones. Como ocurrió con las anteriores
transiciones industriales, lo que está detrás de la actual carrera por la biomasa no son
ideales altruistas, sino un bien calculado interés por las ganancias empresariales. Lejos de
constituir un cambio hacia una nueva economía, la transición hacia la biomasa describe la
reconfiguración de la vieja forma de producir, consumir, acumular capital, y explotar,
sólo que ahora mediante el saqueo de una nueva fuente de carbono para mantener en
movimiento la maquinaria industrial.
En términos económicos, convertir la celulosa y otros azúcares en base material viable
para combustibles, sustancias químicas y electricidad, significa atribuir potencial de lucro
a pastos, algas y ramas que anteriormente no eran considerados fuentes de ganancia.
Cualquier terreno o cuerpo de agua en el que puedan cultivarse plantas ricas en celulosa
cotizará a la alta mágicamente por ser fuente potencial de biomasa. Este hecho está
acelerando ya el despojo global de tierras que inició con el propósito de asegurar el
abasto de alimentos. Si el asalto a la biomasa tiene éxito, las tecnologías de
transformación de la biomasa (particularmente la nanotecnología, la biotecnología y la
biología sintética) se convertirán en la valiosísima llave para la extracción de valor y el
ascenso de las industrias que controlan esas tecnologías.
No es casual que los más acérrimos promotores de la economía de la biomasa en la
última década no hayan sido las organizaciones no gubernamentales ambientalistas, sino
las grandes corporaciones biotecnológicas, químicas, forestales y agroindustriales.
Contabilizando la economía de la bioma$a
La conversión de la paja (y otras formas de celulosa) en dinero no es algo nuevo. Un
informe de 2008 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) indica que
el valor mundial de productos derivados de biomasa (pulpa y papel, productos

maderables, pinturas, grasas y lubricantes) excede 400 mil millones de dólares.47 El
único cálculo de cuánto dinero puede hacerse en los nuevos mercados de base biológica
(energía, química, plásticos, combustibles y otros asociados), proviene del Foro
Económico Mundial, que estima un mercado de alrededor de 300 mil millones de dólares,
hacia el año 2020.48 Sin embargo los ejemplos a continuación elevan la estimación a casi
medio billón de dólares hacia 2020 o incluso más.
Electricidad a partir de bioma$a —Según Pike Research, el valor del mercado de la
electricidad generada a partir de biomasa en Estados Unidos crecerá de manera sostenida
hasta 53 mil millones de dólares hacia 2020, (su valor en 2010 se fue de 45 mil millones
de dólares aproximadamente).49 El Foro Económico Mundial predice que el valor global
combinado de la calefacción y la electricidad generadas con biomasa llegará a 65 mil
millones de dólares hacia 2020.50
Combustibles de bioma$a —Pike Research afirma que el valor de los mercados del
biodiesel y el etanol ascendía a 76 mil millones de dólares en 2010 y que la cifra podría
aumentar a 247 mil millones en 2020. El valor del mercado global de los biocombustibles
podría rebasar los 280 mil millones de dólares en 2022.51
Químicos a base de bioma$a —En 2005, McKinsey & Co. estimó que los bioplásticos,
sustancias químicas derivadas de la biomasa y las sustancias químicas refinadas por
medio de biotecnología, representaban el 7% de las ventas totales del sector químico (por
77 mil millones de dólares).52 Hacia 2008, ese valor se había elevado a 170 mil millones
y se predecía que llegaría a los 513 mil millones en 2020.53 Una estimación hecha por el
USDA en 2008 (con datos de 2006) predecía que las sustancias químicas derivadas de la
biomasa representarían el 22% de las ventas totales de la industria química en 2025.54
Estas cifras, sin embargo, no distinguen entre las sustancias químicas derivadas de la
biomasa y la producción asistida mediante procesos biotecnológicos. Un estudio de Frost
& Sullivan, de marzo de 2009, reportó que los ingresos en el mercado global de
sustancias químicas renovables derivadas de la biomasa (sustancias químicas hechas con
biomasa en vez de petróleo) alcanzaron únicamente los mil 630 millones de dólares en
2008 (sólo 4% de las ventas), pero podría crecer hasta los 5 mil 10 millones en 2015.55
El Foro Económico Mundial reporta que las sustancias químicas de base biológica
podrían llegar a constituir el 9% de la producción química total en 2020, con valor de 6
mil millones de dólares.56 De acuerdo con el exagerado análisis de la consultoría
Helmut Kaiser, los bioplásticos ya representan entre el 10 y 15% del mercado total de los
plásticos y podrían incrementar su participación a 25 o 30% en 2020. 57
La estafa de la bioma$a —Una primera conclusión del análisis de la economía de la
biomasa es que en esta etapa sus promotores más agresivos son los gobiernos, los cuales
destinan miles de millones de dólares para subsidiar, particularmente, la producción de
biocombustibles. Los estudios del Banco Mundial y de la Iniciativa Global sobre
Subsidios (Global Subsidies Initiative, GSI) sugieren que los subsidios anuales de los
gobiernos para los biocombustibles exceden los 15 mil millones de dólares y podrían
elevarse hasta 50 mil millones en 2020.58 “En los próximos años, pareciera ser que los
gobiernos han decidido que el cielo es el límite”, declaró el Director de GSI, Simon

Upton. Según el Banco Mundial, 24 países han establecido como mandato metas
específicas en la producción de biocombustibles, mientras que la Unión Europea y otros
12 países ofrecen exenciones y créditos fiscales por el uso y producción de
biocombustibles.59
Inversiones (bio)ma$ivas —La emergente industria de la biomasa se ha colocado en la
posición de privilegio en lo que al financiamiento de capital de riesgo se refiere (llamado
en este caso financiamiento de “tecnologías limpias”). Un estudio elaborado por Lux
Research sobre más de 100 inversiones de capital de riesgo en el sector de biociencias,
documentó un marcado incremento en los acuerdos de inversión en bioenergía después de
que el gobierno de Estados Unidos estableció metas para la producción de etanol en
2005.60 Entre 1998 y 2008, fluyeron al menos 4 mil 170 millones de dólares en capital
de riesgo hacia ese campo. Muchas de las empresas estadounidenses líderes en ese sector,
las cuales habían previamente financiado el boom de las empresas de Internet, se
desplazaron hacia el sector de las “tecnologías ambientalmente amigables”,
especialmente la energía solar y los biocombustibles.61 Por ejemplo, la empresa Draper,
Fisher Jurvetson (localizada en el Valle del Silicón), la cual originalmente financió Skype
y Hotmail, fue de las primeras en invertir en el campo de la biología sintética,
proveyendo capital inicial a la empresa Synthetic Genomics, de Craig Venter (dedicada
principalmente a los biocombustibles). Otra empresa financiadora del Valle del Silicón,
Kleiner Perkins Caufield & Byers (KPCB), cuyos éxitos precedentes incluyen Google,
America On-Line, Amazon.com y Sun Microsystems, respaldó en 2008 a cinco empresas
diferentes de biocombustibles a base de celulosa,61 a partir de recomendaciones de Al
Gore y Bill Joy. Entretanto, el ex socio de Bill Joy, Vinod Khosla, de Khosla Ventures es
hoy llamado “el barón de los biocombustibles”, por haber financiado el capital inicial de
al menos una docena de empresas, principalmente en la producción de etanol, de las
cuales al menos cinco son empresas dedicadas a la biología sintética.
Según datos de la Red sobre Políticas en Energías Renovables para el siglo XXI
(Renewable Energy Policy Network for the 21st Century, REN21), los biocombustibles
recibieron financiamientos en capital inicial por 19 mil 600 millones de dólares, sólo en
2007, aunque dicho financiamiento cayó a 15 mil 400 millones en 2008 y se desplomó a
sólo 5 mil 600 millones en 2009. REN21 observa una reversión de la tendencia, a pesar
de las grandes inversiones dirigidas al sector de los biocombustibles registradas en Brasil
en estos días. Al mismo tiempo, las inversiones privadas en proyectos de bioelectricidad
han aumentado de 9 mil millones de dólares en 2008 a 10 mil 400 millones en 2009. 63
Bioenergía: energía producida a partir de la biomasa. Cualquier proceso que transforme
materia biológica en energía. Incluye la producción y uso de biocombustibles, generación
de electricidad a partir de biomasa y uso de biomasa para cocinar y para calefacción.
¿Dónde está el dinero en la economía de la biomasa?
Ingresos globales proyectados en 2010 por la cadena de producción de la biomasa
Fuente: El Foro Económico Mundial predice que la economía de la biomasa valdrá 295
mil millones de dólares para 2020 (valores por sector en millones de dólares).
¡Guau! ¡Esta es realmente una tecnología verde!
Biorrefinación de combustibles
$80 mil millones
Primera y segunda generación de producción de biocombustibles
Biorrefinación de químicos y derivados
$6 mil millones
Fermentación de químicos a granel, polimerización y reacciones en fases posteriores
Insumos para la biorrefinación
$10 mil millones
enzimas, organismos y químicos para preparar la materia biológica
“Qué pasaría si recogemos de los suelos de Iowa la mitad de los desechos del maíz
(hojas, cañas y tallos), dejando la otra mitad para controlar la erosión.
¿Qué volumen obtendríamos? Aproximadamente 24 millones de toneladas. A 4 centavos
por kilo, serían casi mil millones de dólares. Y si podemos ponerle un precio semejante al
del plástico, (es decir, si convertimos ese volumen de biomasa en plásticos),
obtendríamos unos 3 dólares por kilo. Entonces estamos hablando de 72 mil millones de
dólares que se sumarían a la economía estatal. De hecho, estaríamos prácticamente
duplicando el valor de la economía del estado de Iowa.”
– Floyd Barwig, Director del Iowa Energy Center, 2004 65
¿La biomasa de quién? Historia de dos bioeconomías
A los predicadores de la nueva bioeconomía les gusta formularla como el regreso a una
economía sustentable en la cual la civilización humana dependió de la riqueza natural del
presente en lugar de robarla de los depósitos minerales del pasado. Pero si bien es posible
que a lo largo de un siglo la economía global en su conjunto se haya apartado de esa
economía de base biológica, miles de millones de personas no lo han hecho. Campesinos,
pueblos indígenas, pastores, pescadores, habitantes de los bosques y otras comunidades
tradicionales han permanecido independientes de la economía de los hidrocarburos; sin
embargo, a medida que el cambio climático se acelera, les resulta cada vez más difícil.
-Dos siglos después de que la revolución industrial comenzara a quemar carbón, tres mil
millones de personas, dos tercios de las cuales viven en el Sur global, todavía dependen
de la leña como fuente principal de combustible para cocina y calor. 66
-Ciento treinta años después de que Edison inventara lo necesario para la distribución de
la electricidad, mil 600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad, cualquiera
sea su fuente: carbón, viento, agua o astillas de madera. 67-Ciento cuarenta años después de que Siegfried Marcus acoplara un motor de combustión
a un vehículo, 2 mil millones de personas todavía dependen de animales como principal
fuente de energía para agricultura y transporte; en efecto, la mitad de las tierras agrícolas
en el Sur global se trabaja exclusivamente con animales. 68
Esas economías con base en la biodiversidad dependen exactamente de los mismos
recursos naturales (plantas, tierra, agua, productos animales) que la nueva bioeconomía
pretende captar para convertirlos en productos químicos industriales y energía. Además,
la llamada “biomasa” que la industria pretende acaparar, no solamente ya es utilizada
como un recurso por esas comunidades sino que también está profundamente
interconectada con sus culturas y sistemas de conocimiento.
“La tierra más apta para la generación de biomasa (América Latina, África
subsahariana) es la que está menos utilizada”.
–Presentación de Steven Chu (Secretario de Energía en Estados Unidos) en la
Conferencia sobre la Asociación Asia Pacífico, Berkeley, Estados Unidos, 19 de abril de
2006
Acaparamiento de tierras: es la fiebre actual por comprar tierras en el Sur global. En los
últimos años ha habido un aumento masivo en el número de transacciones de compra y
arriendo de tierras agrícolas en los trópicos por parte de inversionistas y estados del
Norte. El término fue acuñado por la organización de la sociedad civil GRAIN.
Tierras marginales para ganancias siderales
Los promotores de la biomasa se refieren a tierras “marginales”, “improductivas”,
“ociosas”, “degradadas” y “abandonadas” así como a “tierras baldías”, como objetivo
para la extracción de biomasa. Aducen que en el mundo hay disponible unos 500
millones de hectáreas de tierras abandonadas o marginales en las que se pueden plantar
cultivos para biomasa.69 Tales argumentos parecen estar basados en datos satelitales que
muestran zonas que antes eran tierras de cultivo. Sin embargo, una mirada más de cerca y
a nivel del suelo de esas “tierras marginales” revela que a menudo en ellas es donde
subsiste gente marginada. Lejos de estar “abandonadas” o “degradadas”, sus usos son
invisibles tan solo para un sistema que reconoce únicamente la propiedad privada y la
agricultura industrial (y realiza sus evaluaciones desde muy lejos).
Economías basadas en “lo bio”
Homogéneas – Definen la vida vegetal y otras vidas orgánicas por los denominadores
comunes más obvios: abastecedores indiferenciados de “materias primas industriales”
como azúcares, almidón, celulosa, aceite, etc.
Promueven la monocultura – Organizan el abastecimiento a gran escala a partir de
monocultivos agrícolas y forestales, destrucción de bosques y desmonte.
Su objetivo es el mercado – Buscan la transformación industrial de la biomasa para
convertirla en volúmenes masivos de bienes y mercancías para el mercado mundial como
electricidad, agrocombustibles, productos químicos a granel, productos farmacéuticos y
textiles.
Requieren alta tecnología – Para transformar la biomasa utilizan tecnologías patentadas
que requieren grandes inversiones de capital – por ejemplo biotecnología, biología
sintética, química sintética. La innovación ocurre rápidamente y se difunde
aceleradamente en gran escala – a menudo de manera prematura.
Son reduccionistas – Ven la naturaleza en términos de su valor comercial y su potencial
de lucro.
column to the right
Economías basadas en la biodiversidad
Heterogéneas –Definen la vida vegetal y otras vidas orgánicas de manera heterogénea,
diferenciando especies individuales y partes de plantas y animales con propiedades y usos
específicos.
Promueven la diversificación – Organizan sistemas de cultivos diversos, a pequeña
escala y también practican la recolección. A consecuencia, el desmonte se realiza de
forma rotativa o itinerante.
Su objetivo es la subsistencia – Se basan en la transformación comunitaria o individual
de los materiales vegetales y animales para uso personal o de la comunidad: medicinas,
alimentos, usos culturales y espirituales.
Sus tecnologías son adecuadas – Utilizan tecnologías a escala humana, centradas en la
comunidad, para transformar las plantas –por ejemplo secado, fermentación, cocción. La
innovación puede ocurrir rápidamente pero a pequeña escala y se propaga lentamente a
mayores escalas.
Son holísticas – Consideran que la naturaleza está imbuida de valores culturales y
espirituales. A menudo consideran que es sagrada.
Una coalición de organizaciones de la sociedad civil explica en una investigación el mito
de las tierras marginales: “Existen comunidades que usan estas tierras ricas en
biodiversidad para producir sus alimentos, obtener ingresos, o para el pastoreo o la
medicina. Reclaman la negación de su existencia y tampoco están siempre de acuerdo en
que la conversión de sus tierras para la producción de agrocombustibles les llenará de
beneficios.70 Un estudio de Gören Berndes, quien hizo una revisión de 17 estudios de
factibilidad sobre bioenergía, reveló que “la tierra que se registra como degradada
frecuentemente es base de la subsistencia de poblaciones rurales”.71
Por ejemplo, los pastizales son descritos como “ociosos” aún cuando son sustento de
pueblos pastores y nómadas que necesitan una extensa zona de pastoreo para que el
impacto en ecosistemas delicados sea leve. Jonathan Davies, coordinador de World
Initiative for Sustainable Pastoralism, con sede en Nairobi, Kenya, comenta “Esas tierras
marginales no existen en la escala que la gente cree. En África, la mayoría de las tierras
en cuestión son manejadas activamente por pastores, recolectores y a veces agricultores
de tierras secas”.72 Y continúa “Dada la actual arrogancia con la que se encara la
apropiación de tierras, o el caso omiso que se hace de los derechos territoriales de los
habitantes rurales en numerosos países, es inevitable que la producción de
agrocombustibles la harán grandes inversionistas a expensas de las comunidades locales”.
Resulta alarmante que, lejos de ser un descuido inocente, la falta de reconocimiento de
los derechos de los pequeños agricultores y pastores y el acaparamiento de sus tierras
parece ser parte del plan. Por ejemplo, un informe de 2004 de prestigiosos investigadores
europeos señaló que gran parte del potencial de los biocombustibles proviene de tierras
de pastoreo y afirmó que, “Una condición previa para el potencial de bioenergía de todas
las regiones es (…) que los actuales sistemas de manejo agrícola ineficientes y poco
intensivos sean reemplazados en 2050 por las mejores prácticas en materia de sistemas de
gestión agrícola y tecnologías”.73 En otras palabras, “saquen a los campesinos”. En
efecto, lo que resulta claro de este énfasis en apuntar a las tierras de pueblos marginados
es que la llamada nueva bioeconomía sólo puede instalarse en la medida que desplace a
las bioeconomías preexistentes.
Acaparamiento de tierras para biomasa
“La visión que tenemos es que existe una oportunidad fantástica de ayudar a algunos
de los países africanos a desarrollar nuevas industrias mediante una
verdadera…um…er… exploración de algunas de las tierras agrícolas que tienen y
creando fantásticas oportunidades de empleo. Lo veo como la gran oportunidad para
que las regiones tropicales se beneficien de la demanda de varios países en desarrollo y
del mundo desarrollado”.
– John Melo, CEO de Amyris, Inc.74
En 2008, la organización de la sociedad civil GRAIN reveló datos de una masiva
intensificación de adquisiciones de tierra agrícolas en todo el Sur global por parte de
estados ricos e inversionistas privados extranjeros.75 Dos años después, un informe del
Banco Mundial, apoyándose en la investigación de GRAIN, hizo un recuento de 464
proyectos que abarcaban como mínimo 46.6 millones de hectáreas de tierra, en gran
medida en el África subsahariana.76 Según GRAIN, quienes están al frente del
acaparamiento de tierras —en gran medida inversionistas que procuran un paraíso seguro
para su dinero en medio del derrumbe de los mercados financieros— buscan comprar
tierras a precios bajos y hacerlas económicamente productivas en un corto periodo, lo que
les permite obtener tanto como un 400% de rentabilidad sobre la inversión en el término
de tan sólo 10 años.77
La economía emergente de la biomasa, con su promesa de convertir pródigos cultivos de
azúcares, celulosa y oleaginosas en mercancías de alto valor, resulta un claro incentivo al
acaparamiento de tierras. En efecto, un análisis realizado en 2010 por Amigos de la
Tierra sobre el acaparamiento de tierras en 11 países africanos reveló que por lo menos
cinco millones de hectáreas de tierra – una superficie del tamaño de Dinamarca – ya están
siendo adquiridas por empresas extranjeras para producir biocombustibles,
principalmente para mercados del Norte.78 El Banco Mundial calcula que el 21% de los
proyectos de acaparamiento de tierras está destinado a biocombustible79 y explícitamente
reconoce que las políticas del Norte, tales como los mandatos para el uso de
biocombustibles, han desempeñado un papel esencial: “La obligatoriedad del uso de
biocombustibles puede tener grandes efectos indirectos en el cambio del uso de la tierra,
especialmente en la conversión de tierras de pastura y bosques”; se calcula que para 2030
la conversión mundial de tierras para obtener materias primas viables para la producción
de biocombustibles oscilará entre 18 y 44 millones de hectáreas.80
“La expansión de los biocombustibles en nuestro continente está transformando los
bosques y la vegetación natural en cultivos para combustible, quitándoles a las
comunidades las tierras agrícolas para el cultivo de alimentos y creando conflictos con
la gente local sobre la propiedad de la tierra”.
–Marianne Bassey, coordinadora de alimentación y agricultura de Environmental Rights
Action/Amigos de la Tierra Nigeria.81
Un nuevo comercio de biomasa – embarcando astillas
“La madera se está convirtiendo rápidamente en una parte muy importante del surtido
de fuentes de energía y en unos pocos años será una mercancía mundial muy del estilo
del petróleo.”
– Heinrich Unland, jefe ejecutivo de Novas Energy GmbH, Alemania82
El acaparamiento de tierras para biocombustibles es tan solo una parte del acaparamiento
de tierras y recursos del Sur por parte de empresas. Esto ocurre en la medida que la
celulosa (y en particular la biomasa leñosa) tiene cada vez mayor valor industrial. Quizás
el ejemplo más claro sea el surgimiento de un comercio mundial de aserrín comprimido
en cápsulas o pélets que se usan como materia prima industrial de quemadores de
biomasa para la generación de electricidad. En la actualidad este comercio es
relativamente pequeño y en gran medida ocurre dentro de Europa (70% en los países
bálticos); sin embargo, un informe industrial reciente prevé que aumente entre 80 y 150
veces en los próximos años,83 y la industria admite que seguramente habrá un cambio
para producir pélets a partir de cultivos energéticos de rápido crecimiento, lo que a fin de
cuentas promoverá la deforestación.
Según estimaciones de la industria, la producción de pélets de madera, que hace 15 años
era prácticamente inexistente, alcanzó aproximadamente los 10 millones de toneladas en
2008. Se espera que en los próximos 4-5 años se duplique y algunos expertos de la
industria pronostican un crecimiento anual mundial de 25-30% en los próximos diez
años.84 En especial los objetivos que tiene Europa para aumentar el uso de combustible
de biomasa están promoviendo la búsqueda de astillas más baratas en el Sur global así
como su adquisición en Estados Unidos.
-MagForest, una compañía canadiense que realiza actividades en la República
Democrática del Congo, habría embarcado 500 mil toneladas anuales de astillas de
madera hacia Europa.
-IBIC Ghana Limited asegura que puede exportar 100 mil toneladas de madera tropical
dura y blanda todos los meses desde Ghana, como materia prima industrial para la
producción de biomasa.
-Sky Trading, con sede en Estados Unidos, ofrece suministrar hasta 600 mil toneladas de
astillas como biomasa, desde Estados Unidos o Brasil.
-Según documentos examinados por The Global Forest Coalition, Brasil se dispone a
cubrir la demanda europea de astillas expandiendo las plantaciones de árboles en 27
millones de hectáreas, en su mayoría de especies exóticas como el eucalipto.85
Cultivos energéticos
–la invasión del campo
Si bien los impulsores de la bioeconomía argumentan que el cambio a los
biocombustibles derivados de celulosa no perjudicará la producción de alimentos,
igualmente se programan cambios drásticos en el campo. La intención de retirar más paja
y rastrojos para destinarlos a materia prima agrícola viable, así como la de aumentar la
cantidad de tierra destinada a cultivos energéticos cambiará sustancialmente los patrones
de uso de la tierra y los sistemas agrarios e introducirá nuevas tensiones en el medio
rural.
Jack Huttner, anteriormente de DuPont Danisco Cellulosic Ethanol, es ahora
Vicepresidente Ejecutivo de Commercial & Public Affaires, de Gevo, con sede en
Estados Unidos, empresa que está trabajando en la próxima generación de
biocombustibles. Según Huttner, para que los biocombustibles celulósicos sean viables es
necesario no solamente construir cientos de biorrefinerías sino también rodear a cada una
de miles de hectáreas de tierra plantada con cultivos energéticos como pastizales.
“Hablamos de una transformación bastante sustancial del escenario económico rural”,
declaró Huttner a Business Week en 2009. Las compañías de biocombustibles tendrán que
organizar a los agricultores para que siembren millones de acres de un cultivo energético
como el pasto aguja.
“Creo que el mayor problema para todos es cómo vamos a cultivar, recolectar,
almacenar y tratar la biomasa”.
–Brent Erickson, cabildero de Biotechnology Industry Organization.86
“Me preocupa que básicamente hay que organizar una nueva economía”, declaró, y
explicó que son los grandes actores, no las pequeñas compañías, los únicos que tienen la
capacidad de hacerlo.87 Cosechar, embalar, secar y almacenar vastas cantidades de pasto
y rastrojos de maíz también plantea nuevos desafíos. Algunas de las primeras ganancias
de la nueva bioeconomía parecen estar destinadas a los fabricantes de equipamientos
agrícolas, tales como John Deere, que recientemente firmó un acuerdo de colaboración en
investigación con Monsanto y Archer Daniels Midland para captar los residuos de los
cultivos. Embalar los rastrojos cosechados de manera lo suficientemente apretada como
para que puedan ser transportados económicamente a una planta procesadora, por
ejemplo, resulta un obstáculo importante, como también lo es asegurar que la biomasa
recolectada se seque lo suficiente como para almacenarla sin que junte moho y sin tierra
que pueda interferir con el proceso de fermentación. Sam Acker, director de
comercialización de cosecha y agricultura de precisión de Case IH North America,
declaró a la publicación Corn and Soybean Digest en noviembre de 2008 que “podría
resultar difícil que los rastrojos se conviertan en una materia prima industrial importante
por los problemas de humedad y densificación que presentan”.88
Tampoco queda claro si los nuevos pastos energéticos, tales como el miscanthus o el
pasto aguja, son benignos para los sistemas agroecológicos. En septiembre de 2006, un
equipo de investigadores que escriben en Science señalaron que es muy probable que
esos pastos se conviertan en especies invasoras. “La mayoría de los rasgos que se
consideran muy buenos para los cultivos destinados a biocombustible – ausencia de
plagas o enfermedades, rápido crecimiento, elevada eficiencia en el uso del agua – son
aspectos alarmantes para los biólogos que estudian la invasión de especies”, expresó
Robert N. N. Wiedenmann, un profesor de entomología de la Universidad de Arkansas,
quien señaló al sorgo de Alepo o pasto Johnson (Sorghum halepense) como ejemplo de
un cultivo “aparentemente benigno” que se introdujo a la agricultura estadounidense y se
hizo invasor. Ahora causa pérdidas de hasta 30 millones de dólares por año a las
industrias del algodón y la soja en por lo menos tres estados de la Unión Americana.89
En agosto de 2009, la junta asesora federal de Estados Unidos sobre especies invasoras
sonó su propia alarma. “Ante la ausencia de esfuerzos estratégicos de mitigación, existe
un riesgo importante de que algunos cultivos para biocombustible se escapen y
provoquen perjuicios socioeconómicos y/o ecológicos”, advirtió el Comité Asesor de
Especies Invasoras en el libro blanco “Cultivating Energy Not Invasive Species” (Cultivar
energía, no especies invasivas).90 El documento señala que “ciertas especies vegetales
propuestas para la producción de biocombustible (por ejemplo el pasto cinta [Phalaris
arundinacea], la caña gigante [Arundo donax] y el pasto elefante [Miscanthus sinensis])
ya son invasoras en regiones de Estados Unidos y/u otras partes del mundo”.
Lo que es más preocupante es que al comité le faltó poco para aconsejar que no se
utilizaran cultivos energéticos invasores, pero en cambio recomendó a los productores de
esos cultivos incorporar “rasgos deseables” para evitar la invasión, por ejemplo
“esterilidad o menor producción de semillas” o “incapacidad de regenerarse a partir de
fragmentos del tallo”.91 Si bien esto se refiere primordialmente al desarrollo de
cultivares estériles de pasto elefante a través de hibridación, ese lenguaje también podría
resultar una peligrosa invitación a equipar los cultivos para biocombustible con las
llamadas “tecnologías de restricción del uso genético” (TRUGs), como la tecnología
Terminator.
Neutralidad en carbono: Emisiones cero de dióxido de carbono. Se refiere a procesos
que en general no agregan dióxido de carbono extra a la atmósfera. Los impulsores de la
biomasa aducen que la utilización industrial de la biomasa es neutral en carbono porque
las plantas en crecimiento fijan dióxido de carbono, por lo que los procesos basados en la
biomasa absorben dióxido de carbono donde sea que lo emitan. Esto es equívoco y
generalmente inexacto.
Nos aferramos a rastrojos y hojarascas (y a otros tipos de biomasa) en nuestra
desesperación por creer que hay una salida fácil”. - George Monbiot, The Guardian,
2009 92
El mito de la neutralidad en carbono
Numerosos negociadores que participan en las reuniones internacionales sobre las
políticas climáticas se guían ahora por el falso principio de que la energía procedente de
la biomasa no contribuye al calentamiento global porque todo el carbono liberado de la
biomasa pueden teóricamente volver a capturarlo las nuevas plantas que sustituyen a las
anteriores. Es una linda teoría que se desmorona ante un examen más riguroso.
Consideremos lo siguiente:
La combustión de biomasa puede liberar más CO2 que los combustibles fósiles. Esto
se debe a que es necesario quemar una cantidad mucho mayor de biomasa para alcanzar
la misma producción de energía. Según el Departamento de Información de Energía del
gobierno de los Estados Unidos, la combustión de madera dura produce levemente menos
CO2 por unidad de energía que el carbón, pero mucho más que el petróleo o el gas.
Algunos analistas afirman que las emisiones que arrojan las chimeneas por la combustión
de biomasa son incluso mayores que las de la combustión de carbón cuando la humedad
(la cantidad de agua que todavía queda en la biomasa) es elevada.93
El dióxido de carbono de la biomasa es liberado rápidamente pero puede demorar
décadas en volver a almacenarse. Cuando es quemado para obtener energía, un árbol
maduro (de 80 a 100 años) demora pocos minutos en liberar toda su carga de carbono a la
atmósfera, pero el árbol que lo reemplace, si crece, demora todo un siglo en volver a
almacenar ese carbono. Durante esos 100 años el CO2 sigue estando en la atmósfera,
ayudando a empujar al clima al punto de un cambio peligroso. Y sin embargo, las reglas
de contabilidad del carbono lo tratan como si ya no existiera (ver más abajo Un grave
“error de contabilidad”). Los impulsores de la bioeconomía proponen reemplazar
árboles maduros con variedades de rápido crecimiento, tales como álamos y eucaliptos,
argumentando que son sumideros más eficientes de carbono que los bosques antiguos.
Esas afirmaciones han sido rechazadas en los últimos años y se afirma contundentemente
por doquier que los bosques primarios son mejores que los bosques reforestados para
almacenar el carbono atmosférico.94
Alterar los suelos y cambiar el uso de la tierra para plantar o cosechar biomasa
provoca grandes emisiones de gas de efecto de invernadero. Se cree que tan solo los
100 cm superiores de suelo en todo el mundo almacenan una cifra estimada de 1 555
millones de toneladas de carbono, contenido en microbios, raíces de plantas, compuestos
orgánicos presentes en agregados del suelo, insectos y otra fauna del suelo.95 Esto es más
del doble (2.5 veces) de la cantidad de carbono almacenada en todas las plantas de la
superficie terrestre del mundo y aproximadamente la misma magnitud que la cantidad ya
existente en la atmósfera.
La alteración de esos suelos con fines de explotación en régimen de agricultura industrial,
deforestación y plantaciones de monocultivos con uso intensivo de productos químicos,
así como otros cambios en el uso del suelo, es una de las mayores fuentes de emisiones
de carbono. Aún el muy conservador informe Stern de 2006 sobre los costos económicos
del cambio climático estimó que en 2000, el cambio en el uso de la tierra fue la segunda
mayor fuente de emisiones de gases con efecto de invernadero (GEI), después del sector
de generación de energía eléctrica.96
Según Stern, un 18 por ciento de las emisiones de gases con efecto de invernadero fueron
el resultado de cambios en el uso de la tierra, siendo la deforestación la actividad que más
contribuye, responsable de la emisión de más de 8 mil millones de toneladas de dióxido
de carbono por año.97 Eliminar el material celulósico de los campos puede degradar aún
más los suelos, reduciendo su capacidad de almacenar carbono. Hay estudios que han
demostrado que los suelos agrícolas de Estados Unidos ya han perdido entre 30% y 50%
de su carbono orgánico desde que comenzaron los cultivos (hace poco más de un siglo en
muchos casos). Un estudio de 2009 demuestra que la eliminación de rastrojos, cualquiera
sea su nivel, reduciría aún más los niveles de carbono del suelo así como el rendimiento
de la tierra en los años subsiguientes.98
La producción y el transporte de materia prima de biomasa tiene una emisión
elevada de gases con efecto de invernadero. Según un análisis de la organización
GRAIN, el sistema industrial de alimentación y agricultura es la causa principal del
cambio climático, generando entre el 44% y el 57% del total mundial de emisiones de
gases con efecto de invernadero.99 Esta estimación incluye el desmonte, la energía
utilizada para la producción de semillas, la maquinaria para perforar, cosechar y
transportar la producción, el riego, las emisiones de los animales y la alteración de los
suelos por la producción y el empleo de plaguicidas y fertilizantes. La destrucción de
bosques y el manejo de plantaciones están también asociados con importantes emisiones
de gases, incluso por el transporte y uso de equipos para corte y acarreo. Transportar
biomasa en camiones gasta más energía que transportar carbón, petróleo o gas debido al
bajo contenido de energía de la propia biomasa. Esto ocurre especialmente con la
biomasa destinada a la producción de biocombustibles y productos bioquímicos más que
a la bioelectricidad. La conversión a esos productos finales tiene una tasa de conversión
de energía más pobre que la combustión y generalmente también queda un residuo que
debe ser transportado – lo que se agrega al costo general de energía.
Retirar el material celulósico del campo para destinarlo a biomasa hará que se usen
más fertilizantes en los suelos. Los fertilizantes basados en fosfato de nitrógeno liberan
óxido nitroso – un gas con efecto de invernadero 298 veces más potente que el CO2.100
El uso mundial de fertilizantes ya ha aumentado un 31% entre 1996 y 2008, en parte
debido al cultivo de agrocombustibles. 101 Además del impacto de sus propias emisiones
directas, los fertilizantes, en primer lugar, hacen un uso intensivo de energía (y por lo
tanto son intensivos en carbono) tanto cuando son producidos como cuando son
aplicados. Un estudio de 1998 102 estimó que la producción de fertilizantes es
responsable de aproximadamente 1.2% del total de emisiones de gases con efecto de
invernadero – equivalentes al total de emisiones de Indonesia o Brasil. En Estados
Unidos solamente, el uso y producción de fertilizantes representa el treinta por ciento del
uso de energía en la agricultura. Los fertilizantes también ejercen otro impacto (indirecto)
sobre las concentraciones de gases con efecto de invernadero, cuando el nitrato que se
filtra de los campos fertilizados forma zonas oceánicas muertas que también pueden estar
liberando cantidades enormes de CO2, metano y óxido nitroso.
La eliminación de vegetación para producción de biomasa también puede agravar el
cambio climático cambiando la cantidad de calor que se guarda en la atmósfera. En
Australia, por ejemplo, hay científicos que estiman que la pérdida de vegetación nativa
redujo la formación de nubes e implicó que se reflejara menor calor al espacio. Esto
exacerbó los impactos de las recientes sequías vinculadas al clima, aumentando la
temperatura unos 2 a 3 grados Celsius. En Australia esos cambios contribuyeron al
colapso de la productividad agrícola de la región.103
Un grave “error de contabilidad”
Numerosas políticas nacionales e internacionales para enfrentar el cambio climático se
basan en la falsa noción de que la energía derivada de la biomasa es, intrínsecamente,
“neutral en carbono”. La raíz de este error común radica en las prácticas de contabilidad
del carbono consagradas en la Comisión Marco de Naciones Unidas para el Cambio
Climático, CMNUCC.
En 2001, el órgano científico asesor de la CMNUCC, el Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés), describió por primera
vez el uso de biomasa para energía como “sistemas de suministro de energía con baja
emisión de carbono” y sin rodeos estableció que “los biocombustibles líquidos que
reemplacen combustibles fósiles reducirán directamente emisiones de CO2. Por lo tanto,
una combinación de producción de bioenergía con sumideros de carbono (quemar la
cubierta vegetal de un bosque y al mismo tiempo reforestarlo con eucaliptos, por
ejemplo) puede ofrecer máximos beneficios como estrategia de mitigación”.104 Para
2007 el entusiasmo del IPCC se había aplacado un poco: “Los biocombustibles pueden
desempeñar un papel importante para resolver las emisiones de GEI en el sector del
transporte, dependiendo de su forma de producción”.105
A pesar de eso, en las mentes de los responsables de las políticas ya había quedado la
impresión de que promover los usos de la energía derivada de la biomasa en las
estrategias nacionales era un camino legítimo y relativamente fácil para cumplir los
compromisos relacionados con el cambio climático.
En efecto, las reglas para calcular las emisiones de carbono en el marco del Protocolo de
Kyoto eximen totalmente la energía de biomasa como fuente de emisiones,
independientemente de cómo se obtiene la biomasa y cuánto carbono adicional se libera
en la producción del energético. Esto es resultado de la decisión adoptada por el IPCC de
no contabilizar las emisiones de carbono asociadas a la fabricación de bioenergía. Cuenta
el carbono liberado como parte de los cambios en el uso de la tierra, argumentando que
evita así la doble contabilidad. De esa manera la energía derivada de la biomasa tuvo pase
libre. Esta excepción establece un poderoso incentivo económico para que las naciones
cambien a las fuentes de energía de biomasa disponibles más baratas para cumplir los
objetivos en materia de emisiones de dióxido de carbono y ganar créditos de carbono.
Según un estudio reciente hecho con proyecciones, la política de eximir la energía
derivada de la biomasa de la contabilidad de las emisiones podría llevar a las naciones
prácticamente a ocupar todos los bosques y sabanas del mundo con cultivos
bioenergéticos. Tal desplazamiento masivo de los bosques liberaría potencialmente miles
de millones de toneladas de carbono durante una breve escala de tiempo (menos de 20
años) – un escenario que provocaría una pérdida catastrófica de la biodiversidad y un
cambio climático peligroso en menos de un siglo.106
Esa perspectiva ha alarmado tanto, incluso a los entusiastas de la energía de biomasa, que
en octubre de 2009 trece científicos y expertos en políticas, algunos de ellos
estrechamente identificados con los protocolos de contabilidad de Kyoto originales,
advirtieron en un documento publicado en Science que la exención de la biomasa de los
protocolos de contabilidad del carbono era un error “de amplio alcance” y “grave” en el
acuerdo global sobre el clima.107 Propusieron que este “error de contabilidad” podría
arreglarse si se midieran las emisiones de la energía de biomasa en el tubo de escape o la
chimenea, al igual que se miden las emisiones de combustibles fósiles, y que todo
beneficio por secuestro de carbono debería ser medido y acreditado por separado,
contabilizando el verdadero manejo de la tierra y prácticas de producción para las
diferentes tecnologías de biocombustibles y biomasa. Estableciendo una analogía con la
reciente crisis financiera, los autores del estudio publicado en Science – entusiastas de los
biocombustibles celulósicos – dieron a entender que este tema de contabilidad falsa
podría a la larga desacreditar toda la agenda de la biomasa. “Al igual que con la
auditorías financieras, es importante que las auditorías del carbono sean correctas desde
el inicio”, expresó Philip Robertson, uno de los autores. “La promesa de los
biocombustibles celulósicos es enorme para nuestro clima y economía. No queremos
encontrarnos más tarde con que hemos construido una nueva industria sobre un castillo
de naipes”.108
Comerciando carbono de biomasa
La CMNUCC no sólo ha bendecido falsamente a la biomasa como neutral en carbono a
la hora de contabilizar las emisiones sino que también estableció mecanismos
institucionales para recompensar financieramente el crecimiento de la nueva economía de
la biomasa. Si bien la reducción de las emisiones nacionales de GEI (primordialmente
dióxido de carbono) fueron la pieza central del Protocolo de Kyoto, en las negociaciones
finales los delegados se avinieron a las propuestas de Estados Unidos de introducir los
llamados mecanismos de flexibilidad (“flex mex”) que permitirían el comercio de
derechos de emisión dentro de un tope establecido y estricto así como opciones para
monetizar “sumideros” biológicos y geológicos de carbono dentro de esos
mecanismos.109
El Artículo 3.3 de la CMNUCC permite a los estados recibir créditos o débitos en sus
reducciones de emisiones, dependiendo de cómo manejaron sus propios sumideros de
carbono. Al hablar de “sumideros”, los entusiastas de los mecanismos de flexibilización
pensaban que plantas, suelos y océanos almacenan naturalmente dióxido de carbono de la
atmósfera y por lo tanto argumentaron que las medidas para proteger y aumentar los
sumideros, tales como plantar más árboles o reducir la erosión del suelo, deberían recibir
créditos comercializables. Esos créditos podrían ser emitidos, por ejemplo, en el marco
del nuevo “Mecanismo de Desarrollo Limpio” (MDL) del Protocolo o dentro de lo que se
conoce como proyectos “de aplicación conjunta”. En particular el MDL alienta la
inversión de empresas y estados del Norte en proyectos de captura de carbono o
mitigación que se desarrollen en el Sur global.
Si bien los proyectos de agricultura y bosques inicialmente se restringieron a satisfacer
sólo a una pequeña parte de los proyectos MDL, en 2001 se abrieron más lagunas en los
mecanismos de flexibilización que permitieron que la biomasa de los bosques existentes
fuera computada y monetizada más fácilmente. Desde entonces, las empresas de energía
y de químicos derivados de biomasa han presionado diligentemente para que el MDL
expanda su financiamiento a todas las partes de la economía de la biomasa. Desde 2005
se aprobaron metodologías para financiar la producción de electricidad derivada de
quemar residuos de plantaciones de caña de azúcar, bagazos, cáscara de arroz y racimos
de frutas de la palma aceitera. A partir de septiembre de 2006, el MDL aceptó el uso de
biomasa para calentar agua. Desde 2009, los proyectos que producían biodiesel en las
tierras llamadas degradadas también pudieron acceder a créditos del MDL. En febrero de
2010, el directorio del MDL aprobó además el otorgamiento de créditos a plantas de
generación de energía eléctrica para la combustión de biomasa, incluso a centrales
eléctricas alimentadas a carbón para que adopten, además, biomasa.110
Desde octubre de 2010 se han aprobado o presentado para su aprobación 705 proyectos
de biomasa para 45 millones de créditos certificados de carbono en el marco del
Mecanismo de Desarrollo Limpio. La mayor parte corresponde a India (318 proyectos),
China (101 proyectos) y Brasil (94 proyectos). Del total de proyectos MDL, los de
biomasa representan el 12.75%, ocupando el tercer lugar después de los proyectos eólicos
e hidroeléctricos.111 A los precios actuales, esos créditos tendrían un valor de
aproximadamente 500 millones de dólares, que se agrega al valor general de la economía
de la biomasa.112
Mientras tanto ha surgido una industria “voluntaria” y no regulada de los créditos de
carbono, por fuera del marco de Kyoto y con compañías de tecnologías nuevas, como
Future Forests, que vinculan los proyectos de biomasa y bioenergía con nuevos créditos
de carbono que podrían ser vendidos a consumidores individuales para “compensar” los
estilos de vida que conllevan altos niveles de emisión de carbono. El Banco Mundial
estima que el comercio de carbono tiene un valor actual de 144 mil millones de dólares y
que en Europa, Asia y América del Norte las transacciones comerciales de carbono, tanto
nacionales como regionales, están en plena actividad.113
Comerciando carbono de biomasa
Segunda parte: REDD-itos y lucro
La combinación de los defectuosos métodos de contabilidad de la CMNUCC con el
financiamiento de proyectos de bioenergía parece un ataque más que suficiente a la
biodiversidad. Pero, por si fuera poco, el mismo foro internacional está por introducir un
tercer mecanismo para mercantilizar la biomasa. Lo que se ha dado en llamar REDD
(Reducción de emisiones por deforestación y degradación del bosque), actualmente en
vías de negociación en la CMNUCC, pretende dar a la biomasa forestal un valor
financiero en función del carbono que almacena. La idea detrás de REDD es apoyar el
carbono almacenado en la biomasa forestal con bonos financieros que puedan ser
convertidos a dinero y puedan comercializarse como cualquier mercancía financiera
existente. Quienes respaldan el mecanismo REDD argumentan que ofrecerá un incentivo
comercial para impedir la tala y la deforestación. Pero en la medida que hace dinero de la
biomasa, REDD exacerba la reducción de la biodiversidad al convertirla en meras
existencias de carbón para su venta. Si bien la industria forestal ya ha sido acusada de que
los árboles no le dejan ver el bosque, REDD ni siquiera puede ver los árboles porque lo
único que ve es el carbono que guardan. El resultado de tal reduccionismo es que la
puesta en práctica de REDD seguramente perjudique tanto a la diversidad biológica de la
naturaleza como a las comunidades que dependen de ella.
Específicamente, el Plan de Acción de Bali de la CMNUCC reclama “políticas e
incentivos positivos sobre temas relacionados con la reducción de emisiones por la
deforestación y degradación de los bosques en países en desarrollo; y el rol de la
conservación, la gestión sustentable de los bosques y el mejoramiento de las reservas de
carbono forestal en los países en desarrollo”. Si se lo decodifica, este párrafo del llamado
“REDD+” autoriza a que los pueblos tradicionales sean expulsados de sus bosques con
fines de “conservación”, así como que se otorguen subvenciones para realizar actividades
madereras comerciales que cumplan con criterios de “manejo sustentable” previamente
acordados. Además, cuando se habla de “mejoramiento de las reservas de carbono
forestal”, REDD+ parece dispuesto a recompensar financieramente la conversión de
bosques a plantaciones industriales de árboles con la justificación de que esas
plantaciones almacenan más carbono del que pueden hacerlo los bosques en crecimiento
natural. Esto tiene graves consecuencias para la biodiversidad y las comunidades locales.
Aún antes de que REDD se acepte e implemente, gobiernos, empresas, grandes ONGs e
instituciones internacionales ya están experimentando con esta forma de financiamiento
del carbono basado en la biomasa e intentan establecer métodos del estilo REDD. Según
REDD Monitor, un sitio que hace el control ciudadano del proceso REDD, el Banco
Mundial aprobó 25 proyectos en el marco de su Fondo Cooperativo para el Carbono de
los Bosques (FCPF por sus siglas en inglés) y tres a través de su Fondo Biocarbon,
mientras que UN-REDD (PNUD, PNUMA y FAO) lleva a cabo proyectos pilotos en
Bolivia, República Democrática del Congo, Indonesia, Panamá, Papua Nueva Guinea,
Paraguay, Tanzania, Vietnam y Zambia, con promesas de más de 18 millones de dólares.
Gobiernos como Noruega, Australia y Alemania han pedido dinero para proyectos REDD
en el Sur, al igual que lo hicieron un creciente número de empresas privadas.
Organizaciones tales como Conservation Internacional, WWF, The Nature Conservancy
y Environmental Defense Fund se están asociando con empresas, incluso algunas como
BP, Pacificorp, Merrill Lynch y Hoteles Marriot. Ya están surgiendo normas voluntarias
para definir qué es “sustentable” para REDD, y mercaderes de carbono como
EcoSecurities y Caisse des Depots se están preparando para convertir en fuente de lucro
toda la biomasa forestal del mundo a la que puedan echar mano.114
Transferencia de tecnologías de la biomasa – La Iniciativa sobre Tecnología del
Clima
La economía de la biomasa está recibiendo un impulso financiero más de la CMNUCC a
través de las actividades estipuladas sobre transferencia de tecnología. En 1995, la
Agencia Internacional de la Energía y la OCDE crearon la iniciativa denominada
Iniciativa sobre tecnología del clima para facilitar la transferencia de tecnología
“respetuosa del clima” del Norte al Sur. Por supuesto la biomasa desempeñó un papel
destacado en las actividades de la iniciativa. Su brazo privado, conocido como la red
consultiva de financiación privada, PFAN por su sigla en inglés, actúa como un
organismo de mediación que conecta a inversionistas y empresas de tecnología del Norte
con proyectos del Sur para gestionar transacciones comerciales de “energía limpia”. Más
de un tercio de los 60 proyectos que PFAN está tramitando – que representan 823
millones de dólares – son de energía a partir de biomasa, tales como la generación de
electricidad, la producción de pelets para combustión industrial o la producción de
biodiesel. 115
La economía verde – el lugar perfecto para la bioeconomía
Las múltiples crisis que azotaron al mundo en 2007 y 2008 tomaron al sistema
multilateral por sorpresa. En la lucha por lograr una recuperación, el Programa de
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzó en 2008 la Iniciativa para una
Economía Verde, (Green Economy Initiaitve), diseñada para ayudar a los gobiernos a
reestructurarse y reorientar sus políticas, inversiones y gastos hacia las actividades
comerciales y la infraestructura que entreguen “mejores rendimientos en las inversiones
de capital natural, humano y económico” a la vez que reduzcan “las emisiones de gases
con efecto de invernadero, con menos extracción y utilización de los recursos naturales”,
que generen menos desechos y que reduzcan las disparidades sociales. 118
La “economía verde” recibió en 2009 un sello oficial de la ONU con el lanzamiento de su
“Nueva Política Mundial Verde en pro del Desarrollo Sostenible”. El pacto apunta a que
se gaste en estímulos el uno por ciento del PIB mundial (lo que totaliza unos 750
millones de dólares) y establece cambios en las políticas internas e internacionales para
apoyar a la economía verde.
InfraREDD
- mapeo de la biomasa
Los satélites y helicópteros pueden combinarse ahora para mapear y monitorear (en tres
dimensiones) la biomasa y las tierras a ser identificadas, manejadas y explotadas en la
nueva economía de la biomasa. Las cámaras montadas en aviones livianos, incluso
helicópteros, usan imagenología hiperespectral para analizar longitudes de onda visibles e
infrarrojas que revelan variaciones en la vegetación. Las mediciones precisas de luz
revelan los nutrientes del suelo, identificando no solamente el tipo de vegetación de la
superficie sino lo que se oculta debajo y por lo tanto qué podría crecer ahí.
Originalmente, la tecnología se desarrolló para encontrar lugares de sepultura pero se
diversificó para servir a una multitud de intereses, desde arqueológicos hasta la CIA.
Para los inversionistas en el acaparamiento de tierras, que buscan “mejorar”
económicamente las tierras llamadas marginales, mapear esa biodiversidad tiene valor
considerable. Sus utilidades inmediatas incluyen la identificación aérea de los cultivos
patentados y la oportunidad de cotejar suelos, bichos o plantas que ofrezcan usos
industriales. Después de ubicar y embolsarse la biodiversidad, la tierra puede ser utilizada
con otros fines.
El mapeo se dirige especialmente a la búsqueda de carbono. En septiembre de 2010, el
instituto Carnegie de la Universidad de Stanford anunció que, con WWF y el gobierno
peruano como socios, había mapeado más de cuatro millones de hectáreas de selva
amazónica (aproximadamente la superficie de Suiza).
Si bien los satélites mapearon tipos de vegetación y registraron perturbaciones, las
imágenes satelitales fueron complementadas por un helicóptero que utilizó la tecnología
LiDAR (teledetección por láser aerotransportado) —propiedad de Carnegie— para
producir representaciones 3-D de la estructura de la vegetación de la zona. En el terreno,
los científicos convirtieron los datos estructurales en densidad de carbono, tomando por
referencia una red pequeña de parcelas de campo. El novedoso sistema de Carnegie
reunió la geología, el uso del suelo y los datos sobre las emisiones para informar al
gobierno de Perú – y a cualquier otra persona que acceda a los datos – que el total de
almacenamiento de carbono de los bosques de la región era de 395 millones de toneladas.
El IPCC estima que el carbono almacenado en el área investigada era de 587 millones de
toneladas. En el marco de los programas al estilo REDD, el enfoque de alta resolución de
Carnegie podría dar más créditos por tonelada de carbono.116 A quienes buscan materia
prima de biomasa, les dice qué hay para comprar. El sistema también es barato. El mapa
de Perú costó 8 centavos por hectárea y un mapa similar en Madagascar costó sólo 6
centavos.117 Por supuesto, en el mundo de la materia prima de la biomasa y el comercio
de carbono, la cuestión es ¿cuánta biomasa puede producir el suelo?
Un informe de 2009 de HSBC Global Research demostró que los gobiernos del Grupo de
los 20 ya habían asignado más de 430 mil millones de dólares en estímulos fiscales a
proyectos de los sectores de cambio climático y otros temas “verdes”.119 Muchos
pueden ser proyectos antiguos, reformulados para cumplir los criterios “verdes”.
La economía verde ha recibido amplio apoyo de la ONU. El Grupo de Gestión Ambiental
de Naciones Unidas que coordina la dirección de todos los organismos especializados
relacionados con el ambiente adoptó la Iniciativa para una Economía Verde en su
programa de trabajo bienal para evaluar cómo puede apoyar con mayor coherencia a los
países en la transición hacia una economía verde. Así que gobiernos que quieren aparecer
tomando medidas en materia de cambio climático y recuperar sus economías se
convierten de pronto en promotores de la economía verde. Este entusiasmo generalizado
(de la ONU y de los gobiernos) le asegurará a la bioeconomía una cálida bienvenida.
Junto con la gobernanza ambiental internacional, la economía verde es uno de los dos
temas principales de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo
Sostenible (Río+20) en 2012.
Ya hay puntos de convergencia entre la bioeconomía y la economía verde. Los
arquitectos fundamentales de la Iniciativa para una Economía Verde son también los
principales autores de La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB por sus
siglas en inglés), que ofrece la base conceptual de REDD (y REDD+ y otras mutaciones),
y del concepto abarcativo de “compensaciones de la biodiversidad”, conformando una
faceta de la bioeconomía: la economía de los servicios de la biodiversidad. Las
biorefinerías y la producción basada en lo biológico están entre los modelos de la
“innovación verde”, explícitamente avalada por la Iniciativa. Con casi 500 millones de
dólares recaudados en muy poco tiempo de programas de estímulo fiscal extendidos por
gobiernos ricos, la economía verde es perfecta para alimentar los motores de la
bioeconomía.
“Habría que cubrir casi toda la tierra arable del planeta con los cultivos energéticos
de más rápido crecimiento, como el pasto aguja, para producir la cantidad de energía
que se consume actualmente por año a partir de combustibles fósiles.
—Departamento de Energía de Estados Unidos120
No hay biomasa que alcance
Al promocionar la biomasa como la nueva materia prima de una economía mundial postpetrolera,
es esencial formular la pregunta: ¿Existe suficiente biomasa en el planeta para
lograr la histórica transición a una economía que no dependa de combustibles fósiles?
A fines de la década de 1890, las necesidades energéticas de la humanidad se satisfacían
con la materia vegetal. El consumo mundial de energía era de aproximadamente 600
gigawatts.121 Hoy el consumo global de energía oscila entre 12 y 16 terawatts —unas 20
veces más con respecto a la previa “economía de biomasa”. La producción de energía
posterior a 1890 se satisface casi enteramente con combustibles fósiles. Un porcentaje
mínimo se refiere a otras fuentes energéticas como la energía nuclear, la hidroeléctrica y
la energía basada en la biomasa (alrededor de 1.5 terawatts).122 Según el economista de
energía del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Daniel Nocera, el uso de energía
global aumentará por lo menos 19 terawatts más para 2050.123
Teóricamente, ese uso de la energía mundial podría cubrirse con biomasa. Cada año se
agregan al planeta más de 100 mil millones de toneladas de carbono almacenado en 230
mil millones de toneladas de biomasa nueva, lo que representa unos 100 TW de energía
solar.124 Esto es aproximadamente 6 veces el consumo actual de energía de todo el
mundo, o 3 a 4 veces el consumo global de energía proyectado para 2050.125
Sin embargo, la biomasa global no es de tan fácil acceso:
-Casi la mitad (100 mil millones de toneladas) de esa biomasa está en el océano, gran
parte almacenada en microbios y algas a los que no es fácil acceder (por ejemplo, en lo
profundo del mar y en los sedimentos).
-De los restantes 130 mil millones de toneladas de biomasa que crece en tierra, las
sociedades humanas utilizan 31 200 millones de toneladas, (24%) para alimentos,
madera, fuego y otras necesidades humanas (esto es conocido como apropiación humana
de la producción primaria neta, AHPPN).126
-Los restantes 98 800 millones de toneladas de biomasa anual planetaria están en el
centro de las codicias: la ONU predice que la humanidad crecerá a 9 mil millones de
personas para 2050. Esto significa más demanda de alimentos, más alimentación animal,
fibra y tierra. Los economistas predicen que el uso de madera (por ejemplo para
construcción) aumentará en 50-75% para esa misma década.127 La industria papelera
planea aumentar su capacidad de producción de pulpa en más de 25 millones de
toneladas, un promedio de cinco millones de toneladas extra por año.128 Como si fuera
poco, la FAO predice que el uso de leña en África aumentará 34% para 2020.129
Watts, megawatts (MW), gigawatts (GW) y terawatts (TW): unidades de potencia.
Vatio o watt (símbolo W), es la unidad de potencia del Sistema Internacional de
Unidades. Megawatts son millones de watts; gigawatts son miles de millones de watts y
terawatts son billones de watts. Una lámpara de luz en el hogar utiliza continuamente
entre 25 y 100 watts; un gran edificio comercial o una fábrica consumen energía solo
medible en megawatts; las centrales energéticas más grandes, como las centrales
nucleares, producen gigawatts de energía. Se habla de terawatts sólo para describir el uso
de energía global o regional.
-Además, como el cambio climático continúa dejando secuelas, nuevas tensiones en los
ecosistemas boscosos y agrícolas podrían reducir severamente su productividad, mientras
que el aumento de las temperaturas y los eventos más frecuentes de El Niño pondrán a la
biomasa de los bosques frente a un mayor riesgo de incendios. Mientras tanto, el aumento
de enfermedades y parásitos de los cultivos relacionados con el cambio climático, así
como el impacto del aumento de dióxido de carbono en la atmósfera sobre el crecimiento
de las plantas y las inundaciones, podría reducir aún más la producción de biomasa.
-Los estudios que miden la apropiación humana de la biomasa mundial concluyen que, en
promedio, por cada tonelada de biomasa utilizada directamente por la sociedad humana,
se pierden 5 toneladas más por los cambios en el uso de la tierra, el procesamiento y los
residuos.130 Para tener un panorama real del impacto que tendría sobre la biosfera el
desarrollo de nuevos bioproductos, habría que multiplicar por seis o más la cantidad de
materia prima de biomasa necesaria para cada uso que se le piensa dar. Puesto que la
energía almacenada en la producción anual mundial de biomasa es aproximadamente un
sexto de las actuales necesidades energéticas globales, cambiar totalmente a energía
derivada de biomasa para sostener la civilización actual, requeriría consumir por
completo la producción anual de biomasa de la Tierra.
Un estudio hecho a partir de 16 evaluaciones mundiales de disponibilidad de biomasa
indica que : “En los escenarios más optimistas la bioenergía podría abastecer más del
doble de la demanda actual de energía mundial, sin competir con la producción de
alimentos, la protección de los bosques y la biodiversidad. En los escenarios menos
favorables, sin embargo, la bioenergía podría satisfacer sólo una fracción del uso actual
de energía, quizás incluso menos de lo que abastece hoy en día”.131
Los ecosistemas están primero
¿Por qué existe una gama tan amplia de estimaciones del potencial de la biomasa para
satisfacer las necesidades de energía? La breve respuesta es que algunos economistas de
la energía simplemente no lograron ver el bosque por fijarse solo en los árboles. Las
reservas de biomasa viva no pueden contarse de la misma manera que las reservas
fosilizadas de petróleo y carbón. El valor económico de las plantas cosechadas como
materia prima industrial para alimentos, forrajes, fibra, productos químicos y combustible
debe considerarse solo después de medir el valor ecológico vital de las plantas vivas.
Los estudios de los sistemas de la Tierra, que intentan medir la salud y resiliencia actual
de los ecosistemas y la biodiversidad, ofrecen claras advertencias. La Evaluación de los
Ecosistemas del Milenio 2005 concluyó que el 60% de los ecosistemas del mundo están
deteriorándose.132 Por su parte, el “Índice Planeta Vivo”, una medida de tendencias en la
biodiversidad, basado en el rastreo de 1313 especies terrestres, marinas y de agua dulce,
informa que entre 1970 y 2003 el índice cayó 30 por ciento, lo que significa que los
ecosistemas están en general en drástico deterioro.133 La Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICN) ha informado que, en total, casi el 40% de las
especies evaluadas corren peligro de extinción.134 Los índices actuales de extinción son
ahora 1000 veces mayores que los típicos índices presentes a lo largo de la historia de la
Tierra, y los cambios en los usos de la tierra, lo que incluye la deforestación y la
expansión agrícola, se consideran como la causa principal. Mientras tanto, se estima que
para 2050, por lo menos entre un 10 y 20 por ciento más de los bosques y praderas que
quedan se convertirán a usos humanos.135 La ONU también estima que dos tercios de
los países del mundo están afectados por la desertificación de los suelos, lo cual afecta
más de 4 mil millones de hectáreas de tierras agrícolas, sustento de más de mil millones
de personas.136
Especialmente elocuente es la métrica de otras medidas, por ejemplo la Huella Ecológica,
creada por Global Footprint Network.137 La Huella Ecológica mide el (sobre)uso
humano de la biocapacidad del planeta. El término “biocapacidad” refiere a la producción
natural de biomasa derivada de las tierras de cultivo, los pastizales, los bosques o los
sitios de pesca y la capacidad de absorber desechos generados por humanos. El sobreuso
de la biocapacidad lesiona los ecosistemas y los conduce al deterioro. Resulta que desde
fines de la década de 1980 hemos estado en una situación de “sobregiro” con respecto al
planeta,138 dejando una huella industrial mayor que la biocapacidad del planeta. De
hecho, desde 2003 hemos llegado a un impactante sobregiro del 25% “convirtiendo los
recursos en desechos más rápidamente de lo que la naturaleza puede volver a convertir
los desechos nuevamente en recursos”.139
Producción Primaria Neta: volumen anual de biomasa; el incremento total de biomasa
(en su mayor parte vegetal, pero también animal, bacterial y de otro tipo) que produce el
planeta en un año; representa alrededor de 230 mil millones de toneladas de materia viva.
De continuar la actual trayectoria, para 2050 estaremos utilizando el doble de la
biocapacidad de la Tierra – una propuesta insostenible.
“Los proyectos actuales para producir bioenergía masivamente están entre los
ejemplos más lamentables de pensamiento ilusorio e ignorancia de las realidades y
necesidades ecosistémicas. Quienes los promueven, o no conocen o ignoran
deliberadamente algunos resultados fundamentales de los modernos estudios
biosféricos”.
- Profesor Vaclav Smil, Catedrático Benemérito de Medio Ambiente, Universidad de
Manitoba.140
¿La biomasa es realmente “renovable”?
A medida que los objetivos mundiales de energía renovable se satisfacen mayormente
con paja (y otras formas de biomasa), grupos ambientales y comunidades afectadas por
nuevas fábricas de procesamiento de biomasa han comenzado a presionar para que ésta
sea eliminada de la definición de energía renovable, y con buenas razones. El uso de
materia vegetal como fuente de energía difiere del uso de energía solar, eólica y de las
mareas, que podrían calificarse como “fuentes de energía perpetua”, pues su
aprovechamiento no las merma. En cambio, los árboles, los cultivos y otras formas de
vida vegetal pueden agotarse por exceso de apropiación. Y aún más importante, también
pueden hacerlo los suelos en los cuales crecen, así como los ecosistemas de los cuales
provienen.
Numerosos estudios demuestran que los cambios en el uso de la tierra y las prácticas de
manejo de la tierra asociadas con la extracción de biomasa pueden debilitar y destruir
ecosistemas y acuíferos, convirtiéndolos en no renovables. Quitar la cobertura vegetal de
la tierra apresura la erosión del suelo y lo priva de nutrientes, mientras que las
plantaciones o los monocultivos pueden agotar los acuíferos.
En abril de 2009, 25 grupos ambientales de Estados Unidos escribieron al Congreso
afirmando que “la biomasa no debería ser considerada renovable porque la extracción de
la biomasa, aún de ‘residuos y desechos’ de bosques, pastizales o suelos, agota los
nutrientes y provoca una disminución de la fertilidad y la biodiversidad. Si bien es
posible que los árboles y otras especies vegetales vuelvan a crecer, no es posible recrear
ecosistemas saludables”.141
¿Límites planetarios a la extracción de biomasa?
A medida que aumenta la presión política de las industrias asociadas con la economía de
la biomasa, los conservacionistas temen la catástrofe. Por ejemplo, en la Cuenca del
Amazonas la expansión de caña de azúcar y soya (en parte para biocombustibles) está
llevando la deforestación al punto en que teme una muerte paulatina en gran escala de los
árboles de la región.142 El posible impacto de una extinción de ese tipo en el Amazonas
sería una catástrofe mundial, dada su función en la regulación de las lluvias y el clima en
gran parte de América del Sur y en toda la región centro-occidental de Estados Unidos,
llegando incluso hasta Sudáfrica. 143
La amenaza de muerte de los bosques nos enseña que las medidas de las medidas de las
funciones y biocapacidad de los ecosistemas ofrecen una figura incompleta de los límites
reales para la extracción de biomasa y nos dan mirada lineal irreal de cómo funcionan los
ecosistemas y cómo pueden colapsar. Al igual que la amenaza de una extinción
progresiva en el Amazonas no puede medirse con un índice de “biocapacidad” mundial,
también podría haber muchos más “umbrales críticos” que, una vez cruzados, podrían
llevar a los ecosistemas al colapso, causando devastadores efectos no lineales. Tal vez
nunca veamos esos umbrales críticos hasta que ya sea demasiado tarde.
En un intento por despertar conciencia sobre los catastróficos umbrales críticos, un grupo
de científicos ambientales y del sistema terrestre, dirigidos por Johan Rockström, del
Centro de Resiliencia de Estocolmo, publicaron en septiembre de 2009 un documento en
la revista Nature que propuso establecer nueve “límites planetarios”.144 Se trata de una
serie de umbrales fuera de los cuales los cambios en los procesos biofísicos podrían
empujar a todo el planeta a un “cambio ambiental inaceptable”. Los autores describieron
esos límites como los bordes de un “espacio seguro para la humanidad”, estableciendo
que la interferencia humana en la biosfera debe permanecer dentro de esos límites si
queremos conservar el planeta más o menos en el mismo estado estable y familiar que ha
tenido en los últimos 10 mil años.
Según sus cálculos, por lo menos tres de los nueve límites planetarios que identificaron
ya han sido atravesados. Si bien el documento Rockström no establece límites planetarios
explícitos para la apropiación humana de la biomasa, parece cada vez más insostenible
mantenerse dentro de varios de los límites identificados (tales como cambios en el uso de
la tierra y exceso de uso del nitrógeno) dadas las futuras proyecciones de recolección y
producción de biomasa.
¿No hay suficiente biomasa? Hagamos más…
Los nuevos amos de la biomasa saben bien que La Tierra no tiene la cantidad suficiente
de existencias de biomasa como para hacer una transición segura a una bioeconomía.
Algunos responden que el cambio a la biomasa es tan solo una medida temporal en el
camino hacia una futura energía solar, o algo más renovable. En otras palabras, quedar en
números rojos en el banco de la biomasa es como endeudarse por un préstamo puente.
Otros proponen algo similar a la inflación – aumentar las cantidades de biomasa mundial,
y en especial biomasa celulósica, por medios tecnológicos. Hacer esto introducirá nuevos
riesgos y no es razonable creer que producir cantidades industriales de biomasa “extra”
podría de alguna manera revertir la disminución de biodiversidad. Como señalan Almuth
Ernsting y Deepak Rughani, de Biofuelwatch, la contradicción sigue siendo que “a pesar
de la abrumadora evidencia de que la agricultura industrial y la forestación industrial
están agotando rápidamente la biosfera, los suelos y las existencias de agua dulce en todo
el mundo a un ritmo cada vez más acelerado, se propone que ambos pueden expandirse
aún más para, de alguna manera, hacer a la biosfera 'más productiva' de lo que lo ha sido
hasta ahora”.145
A medida que se intensifica la búsqueda de biomasa, seguramente veremos más de las
siguientes estrategias para “aumentarla”:
Árboles manipulados genéticamente – Compañías biotecnológicas como Arborgen,
Inc., con sede en Estados Unidos, promueven árboles de rápido crecimiento manipulados
genéticamente para los nuevos mercados de la biomasa. En mayo de 2010 Arborgen
recibió autorización para liberar al ambiente 260 mil plántulas de eucaliptos tolerantes al
frío en nueve estados de Estados Unidos. Esto permite llevar especies de rápido
crecimiento a latitudes más australes de lo que hubiera sido posible antes. Mientras,
científicos de la Universidad de Purdue desarrollaron un álamo de rápido crecimiento con
menor contenido de lignina; adujeron que será perfecto para la producción de
biocombustible celulósico. Argumentan que cambiar la composición de lignina de los
árboles podría aumentar el rendimiento anual de etanol obtenido del álamo, de 700
galones a 1000 galones por algo menos de media hectárea.146 Irónicamente, eliminar la
lignina de los árboles también parece reducir su capacidad de secuestro de carbono.
Según un estudio, los árboles con bajo nivel de lignina acumularon 30% menos carbono
vegetal y 70% menos carbono nuevo del suelo que los árboles no modificados.147
¿Biomasa o biomasacre?
Replanteando la pregunta: ¿Existe suficiente biomasa en el planeta como para
cambiar a una economía basada en la biomasa? La respuesta es rotundamente
“No”.
La alarmante noción del “sobregiro” de la biocapacidad de la Tierra, el rápido deterioro
de los ecosistemas mundiales y la inminente amenaza de umbrales críticos catastróficos
nos hablan de que establecer un “nivel aceptable” de extracción de biomasa es tan
inapropiado como obligar a un paciente hemorrágico a donar sangre. El planeta ya está en
lucha para poder mantenerse como sustento de vida y sencillamente no le sobra biomasa.
Hasta que la civilización industrial no reduzca sustancialmente su actual huella ecológica
seguiremos con números rojos en el banco de la biomasa y nos enterraremos más y más
en la bancarrota ecológica y en un colapso del cual no habrá rescate posible.
Cultivos de biomasa manipulados genéticamente – Si bien los fitomejoradores han
intentado durante siglos aumentar el rendimiento, siempre trataron de lograrlo
aumentando las semillas y los frutos de los cultivos alimenticios. Ahora, con la biomasa
celulósica valorizándose más y más, las grandes empresas agoindustriales trabajan para
aumentar la cantidad de tallos, hojas, cáscaras, vainas y otros componentes celulósicos de
los cultivos agrícolas comunes. Por ejemplo, un conjunto de patentes presentadas por
BASF revela métodos de manipulación genética del maíz y otros cultivos para aumentar
su volumen de biomasa.148 Esas mismas patentes también reclaman propiedad sobre la
biomasa misma producida en maíz, soja, algodón, canola, arroz, trigo o caña de azúcar.
Rediseñando la fotosíntesis – Según algunos científicos, el proceso natural que
convierte la luz del sol y el CO2 en biomasa en la mayoría de las plantas es lento e
ineficiente y puede acelerarse con una pizca de genética. Increíblemente, reducir la
cantidad de clorofila de las hojas es uno de los métodos, porque la luz del sol pasa más a
través de las hojas superiores para llegar a las de más abajo. Según New Scientist, frijoles
de soja mutantes que contenían sólo la mitad de la clorofila produjeron 30% más de
biomasa en experimentos realizados.150
Entre otros ardides que aún deben ser perfeccionados figura el de cambiar el tipo de
fotosíntesis a un proceso que convierta más eficientemente el carbono en azúcar.
Experimentos recientes realizados con arroz parecían funcionar en el laboratorio, pero no
el campo. Sin embargo, el Instituto Internacional de Investigación del Arroz lanzó en
2008 una nueva iniciativa, financiada por la fundación Bill & Melinda Gates, para
cambiar el mecanismo de la fotosíntesis del arroz. En noviembre de 2009, el CIMMYT
(Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y el Trigo) presentó el Consorcio para
aumentar el potencial de rendimiento del trigo, con miras a hacer lo mismo para el
trigo.151 Otros están alterando la fotosíntesis de otras maneras. Por ejemplo, científicos
del Instituto J. Craig Venter han estado desarrollando variedades sintéticas de algas y
bacterias que utilizan fotosíntesis para producir hidrógeno en lugar de carbono. Si bien
este enfoque no obtiene mucha biomasa, de tener éxito podría dar un combustible
altamente apreciado (y de precio alto) que cuando se quema sólo produce agua.152
“Podemos volar mucho mejor que las aves. ¿Por qué no tratar de hacer una síntesis
que convierta el dióxido de carbono y la luz del sol en energía mejor que la fotosíntesis
de una hoja?”
–Dr. Michele Aresta, director del Consorcio Nacional de Italia sobre Catálisis 149
Plantas Terminator – Según el experto de pasto transgénico, Albert Kausch, de la
Universidad de Rhode Island, lograr esterilizar las plantas es un camino seguro para
aumentar su biomasa. Las plantas estériles no utilizan su energía para producir flores y
pueden utilizarla, en cambio, para producir más biomasa. Ése es por lo menos el
argumento esgrimido en una solicitud de patente sobre plantas estériles para
biocombustible, presentada por el Profesor Kausch.153 La solicitud de patente no
solamente reclama la propiedad de los métodos para aumentar la biomasa a través de la
esterilización, sino sobre todas las plantas producidas, apropiándose así directamente de
la propia biomasa. Kausch, quien trabaja para Vekon Energies de Alemania, también
recibió 1.5 millones de dólares de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos
para financiar su trabajo sobre lo que él llama el proyecto del “pasto dorado”.154
Cultivos climáticos – Otra opción para aumentar la biomasa global es equipar
genéticamente a los cultivos de manera que crezcan en condiciones inhóspitas –por
ejemplo en suelos salinos, pantanos o desiertos. Los gigantes de los agronegocios están
desarrollando y comercializando cultivos “resistentes al estrés abiótico” que pueden
sobrevivir a los medios salobres, al anegamiento, la sequía o la falta de nitrógeno. Los
venden como cultivos “aptos para el clima” porque teóricamente podrían adaptarse a
cambios climatológicos rápidos. Sin embargo, esos cultivos podrían ser igualmente
considerados aptos para la biomasa porque podrían hacer que tierras previamente
“marginales” se volvieran productivas. El análisis del Grupo ETC descubrió hasta ahora
261 familias de patentes de cultivos aptos para el clima dominados por seis empresas
(DuPont, BASF, Monsanto, Syngenta, Bayer y Dow y sus socios, principalmente Mendel
Biotechnology y Evogene). Una vez más los reclamos de la patente van más allá de los
métodos y abarcan la propia biomasa.155
Algas – Mientras que a un árbol le puede llevar décadas crecer y a los pastos y cultivos
meses, las algas duplican su masa diariamente, lo que significa que aumentar la
producción de algas es mucho más rápido que tratar de aumentar otras materias primas de
biomasa. Las algas también pueden crecer en océanos, estanques, desiertos y humedales
y por eso los promotores de la bioeconomía argumentan que las algas no compiten con la
producción de alimentos. Esto no es del todo cierto porque la producción de algas
compite por el agua, los nutrientes e incluso la tierra (ver más adelante una detallada
discusión sobre las algas).
Remendando el planeta: geoingeniería con biomasa
Las propuestas de incrementar la biomasa total o “mejorar” la fotosíntesis para absorber
más carbono hablan de los intentos por rediseñar la producción primaria mundial más allá
de los límites establecidos por la naturaleza. Las tecnologías para alterar el planeta a esa
escala son conocidas como geoingeniería y se están volviendo famosas, especialmente en
el contexto de la crisis climática. Mientras los proyectos de geoingeniería de mayor perfil
proponen reducir la cantidad de sol en la atmósfera para enfriar el planeta, gobiernos y
científicos están considerando entusiastamente una segunda clase de proyectos,
clasificados como biogeoingeniería, enfocados en capturar o aumentar la producción de
biomasa terrestre para secuestrar dióxido de carbono (CO2).
Irónicamente, el planeta seguramente ya respondió al incremento del carbono atmosférico
aumentando la biomasa. “Entre 1982 y 1999, el 25% de la superficie vegetal del planeta
incrementó su productividad aproximadamente el 6 por ciento”,157 explica Ramakrishna
Nemani, especialista de la biosfera que trabaja en el Centro de Investigación Ames de la
NASA. Sin embargo, es probable que existan límites a la producción de biomasa
impuestos por el sol y el océano, la disponibilidad de agua, el calor y la luz del sol. Aún
así, los biogeoingenieros proponen proyectos para acelerar el ciclo del carbono y para el
crecimiento y secuestro de biomasa, no para energía o materiales de producción sino con
el objetivo de manipular el clima.
“No se busca la optimización de la producción de combustible para biomasa sino la
optimización del uso de biomasa para la eliminación del carbono de la atmósfera”.
–Stuart Strand, investigador de la Universidad de Washington156
Entre algunos de los ejemplos de biogeoingeniería figuran:
Vertederos de biomasa
Dos geoingenierios radicados en Estados Unidos proponen arrojar continuamente
biomasa a las profundidades del océano, como la forma más eficiente de “borrar” CO2 de
la atmósfera. Los profesores Stuart Strand de la Universidad de Washington y Gregory
Benford, de la Universidad de California-Irvine, dieron a su proyecto de biogeoingeniería
el nombre de CROPS (por la sigla en inglés de Crop Residue Organic Permanent
Secuestration, Secuestro permanente de residuos de cultivos en el océano) y calculan que
si el 30 por ciento de los residuos de los cultivos agrícolas mundiales (paja, hojas y
rastrojos) fueran transportados al mar y vertidos en la profundidad del océano,
anualmente se eliminarían 600 millones de toneladas de carbono de la atmósfera,
reduciendo el carbono atmosférico en 15 por ciento. Una propuesta implica enterrar el
30% de los residuos agrícolas de Estados Unidos a cuatro metros de profundidad, en una
superficie de 260 km2 del lecho del mar en el Golfo de México. “Lo que se ponga allí,
allí quedará por miles de años”, afirma Strand, argumentando que el fondo del mar es
demasiado inhóspito como para que la biomasa se descomponga.158 Algunos ecologistas
marinos discrepan: “La profundidad del mar no es un lugar oscuro, frío, vacío y sin vida
–está lleno de animales que han evolucionado para sacar provecho de cualquier alimento
que ande a la deriva, terrestre o no. Por ejemplo, la madera que cae al fondo del mar
termina siendo ingerida”,159 explica Miriam Goldstein, de la Institución Scripps de
Oceanografía. Pero ya se empezaron a hacer ensayos de campo de vertido de biomasa en
la costa de Monterrey, California, Estados Unidos.160 Strand y Benford aducen que no
hay restricciones legales que impidan verter material agrícola orgánico al mar.
Geoingeniería: ingeniería a escala planetaria; manipulación intencional de los sistemas
de la Tierra, especialmente, pero no necesariamente, con el intento de contrarrestar los
efectos del cambio climático.
Fertilización oceánica (algas marinas)
Una forma diferente de verter material al océano con fines de geoingeniería propone
volcar hierro, urea y otros nutrientes para estimular el crecimiento rápido de plancton
(algas). La teoría de la fertilización del océano argumenta que el agregado de nutrientes
al mar provocará un florecimiento masivo de plancton, que rápidamente absorberá CO2 y
luego se hundirá en el océano, secuestrando el carbono.161 Que el hierro, el fosfato o la
urea agregados al océano promueven el florecimiento de algas está demostrado tanto por
experimentos internacionales de fertilización oceánica como por la existencia de vastas
zonas oceánicas muertas donde los escurrimientos agrícola dan origen a las algas. Hay
mucha más controversia sobre la supuesta permanencia en el fondo del mar del dióxido
de carbono capturado por las algas. Los florecimientos artificiales de plancton parecen
tener una estructura ecológica diferente a los florecimientos naturales, pueden dar lugar a
especies peligrosas y provocar la liberación de potentes gases con efecto de invernadero,
como el metano y el óxido nitroso.162 También podrían provocar la desoxigenación del
agua, asfixiando la diversidad biológica. Si bien en 2008 el Convenio sobre Diversidad
Biológica declaró una moratoria de facto a las actividades de fertilización oceánica,
empresas privadas como Climos, Ocean Nourishment Corporation (ONC) y Planktos
Science todavía esperan lucrar con la fertilización de los océanos. Tanto ONC como
Planktos Science están interesadas también en utilizar la biomasa resultante para otros
usos (mayor población de peces y mayor cantidad de biocombustibles).
Energía de la biomasa con secuestro de carbono
Aunque a menudo la combustión de biomasa para electricidad se presenta (erróneamente)
como “neutral en carbono”, algunos impulsores de la biomasa anuncian que, con la
aplicación de algún retoque tecnológico, el proceso podría llegar a ser incluso “negativo
en carbono”. Para lograr esto sugieren añadir tecnología de “captura y secuestro de
carbono” a la combustión de biomasa o a las instalaciones de producción de
biocombustible.163 Si bien la captura y el almacenamiento de carbono todavía no existe
y tal vez no exista nunca como una tecnología viable de comercializar debido a los
grandes riesgos ambientales que implica, la idea de quitar químicamente el CO2 de las
chimeneas y luego enterrarlo bajo tierra en su forma líquida o sólida, está en el frente y el
centro de las respuestas de la OCDE al cambio climático. Para los aspirantes a
geoingenieros, las afirmaciones de que la bioenergía con almacenamiento de carbono
suprime el carbono dos veces (una cuando la biomasa crece y otra vez cuando se
almacena el CO2) son muy atractivas. En una serie de ensayos sobre “manejo de las
existencias de carbono biosférico”, Peter Read, de la Universidad Massey de Nueva
Zelanda, propuso plantar mil millones de hectáreas de árboles de rápido crecimiento para
la generación de electricidad y captura de carbono como un proyecto de geoingeniería
que podría restaurar la atmósfera bajándole los niveles de carbono.164 Él y otros
impulsores de la propuesta de obtener energía a partir de la biomasa con secuestro de
carbono, también sugirieron que convertir la biomasa en carbón vegetal para luego
enterrarla (biochar) podría enfriar el planeta si se llevara a cabo en una escala
suficientemente grande.
La nueva economía de la biomasa: 10 mitos
1. Basar nuestra economía en la biomasa es natural: lo hemos hecho antes y es hora
de que lo hagamos de nuevo.
El argumento: en el pasado nuestras economías han utilizado la biomasa como materia
principal y, de hecho, las economías de numerosas sociedades tradicionales todavía
subsisten en gran medida en función de la biomasa. Basar nuestras economías en
materiales orgánicos y naturales proporcionados por los ecosistemas es una opción que
está en armonía con los límites de lo que nos brinda la naturaleza.
La realidad: es deshonesto o ingenuo argumentar que las economías a pequeña escala
basadas en la biodiversidad son ejemplos a seguir para la transformación a escala
industrial de grandes cantidades de biomasa indiferenciada para el mercado mundial. En
las últimas etapas en que la economía mundial funcionaba principalmente a base de
materia vegetal (en la década de 1890), necesitaba una vigésima parte de la energía que
consume actualmente. Incluso en ese entonces a los economistas les preocupaban las
consecuencias que tendría sobre el uso de la tierra el hecho de mantener un
abastecimiento suficiente de biomasa. No hay nada natural o sustentable en la extracción
a escala industrial de madera o en las modernas plantaciones industriales de
monocultivos. La historia ambiental nos enseña que cuando se sobreexplotan los recursos
naturales, el resultado a menudo es un colapso de la civilización.
2. La biomasa es una fuente de energía neutral en carbono y es una solución al
cambio climático.
El argumento: como el carbono liberado por la combustión de biomasa puede ser
almacenado por las nuevas plantas que crecen, la utilización de biomasa para la obtención
de energía no tiene emisiones netas de carbono a la atmósfera y por lo tanto no
contribuye al calentamiento global antropogénico.
La realidad: la combustión de biomasa puede liberar cantidades de dióxido de carbono
en las chimeneas o tubos de escape aún mayores que la combustión de recursos fósiles,
porque el material vegetal tiene una densidad menor de energía. Los gases con efecto de
invernadero liberados no se absorberán inmediatamente por las nuevas plantas que
crezcan. En el caso de especies con un largo ciclo vital, en especial los árboles, la
cantidad de carbono liberado no se absorberá lo suficientemente rápido como para
impedir un aumento peligroso de las temperaturas globales. Además, la producción de
energía o productos a partir de la biomasa implica aumentar otras fuentes de emisión de
carbono, que pueden ser considerables, en especial las emisiones del suelo resultantes de
los cambios en el uso de la tierra, las emisiones derivadas de las prácticas agrícolas —
entre ellas la utilización de fertilizantes y plaguicidas basados en el uso de combustible
fósil— y las emisiones derivadas de la cosecha, el procesamiento y el transporte de la
biomasa.
3. La biomasa es un recurso renovable.
El argumento: la biomasa se compone de organismos vivos (o que alguna vez estuvieron
vivos), en su mayor parte plantas, que pueden volver a crecer en un corto periodo, a
diferencia de los recursos minerales que sólo pueden ser reemplazados en periodos
geológicos. La economía de la biomasa, por lo tanto, es una economía con carácter de
“estado continuo”.
La realidad: si bien las plantas pueden ser renovables en un corto plazo, puede que no
ocurra lo mismo con los suelos y ecosistemas de los que dependen. La agricultura
industrial y la extracción de biomasa forestal le roba al suelo nutrientes, materia orgánica,
agua y estructura, decreciendo su fertilidad y dejando a los ecosistemas más vulnerables o
incluso propensos a colapsar. El uso asociado de productos químicos industriales y el
manejo deficiente de la tierra pueden empeorar las cosas. En la práctica, por lo tanto, la
biomasa es verdaderamente renovable sólo cuando se extrae en tan pequeñas cantidades
que no resultan de interés para la industria.
4. Hay biomasa suficiente, especialmente biomasa celulósica, para reemplazar el
carbono fosilizado.
El argumento: nuestro planeta tiene abundante producción anual de árboles, plantas,
algas, pastizales y otras fuentes celulósicas que a menudo crecen en tierras improductivas
y marginales y están disponibles para ser transformadas en combustibles, productos
químicos y otros materiales. La producción primaria neta de la Tierra es de cinco a seis
veces mayor de lo que se necesitaría para alimentar toda la economía basada en energía
derivada de la biomasa.
La Realidad: lejos de tener suficiente biomasa para abastecer una economía basada en la
biomasa, ya estamos excesivamente sobregirados en el “banco” de la biomasa. Los seres
humanos ya almacenamos un cuarto de la producción primaria neta basada en la tierra
para alimentos, calor y abrigo. Los intentos de definir un límite para el uso humano de los
recursos naturales más allá del cual los ecosistemas perderían resiliencia y comenzarían a
colapsar revela que hace veinte años que consumimos más allá de esos límites y ahora
estamos en un grave “sobregiro”.
5. Con el tiempo podemos aumentar las existencias de biomasa.
El argumento: a diferencia de los depósitos fósiles y minerales, que son finitos, es
posible aumentar las existencias generales de biomasa manejando cuidadosamente las
tierras improductivas, usando más insumos fertilizantes o a través de ingeniería genética
de plantas y algas para aumentar las existencias. De esta forma, una economía basada en
la biomasa no tiene las mismas limitaciones de escasez que las economías basadas en
combustibles fósiles.
La realidad: la producción mundial de biomasa ya está en niveles históricamente altos y
hay límites para la cantidad de biomasa que el planeta puede producir. Esos límites están
dictados por la disponibilidad de agua, ciertos minerales y fertilizantes y la salud de los
ecosistemas. Las escasez mundial de fosfato, por ejemplo, tal vez no reciba tanta atención
como el pico petrolero, pero será una rémora para los intentos de impulsar artificialmente
las existencias de biomasa. Tampoco hay demasiada tierra “improductiva”. En una
observación más minuciosa, esas tierras a menudo son la base de medios de vida de
subsistencia que alimentan a la mayoría de los pobres del mundo. Los intentos de
presionar a la tierra para obtener mejores resultados pueden destruir completamente la
fertilidad del suelo.
6. Los combustibles y productos químicos celulósicos resuelven el dilema “alimentos
vs. combustible”.
El argumento: si bien utilizar el trigo, la canola y la palma como materia prima de la
biomasa puede competir directamente con el uso de estos cultivos para alimento y
provocar un aumento de los precios de los alimentos, utilizar la porción celulósica de los
cultivos no incide y convierte a los materiales de desecho (como cáscaras y rastrojos) en
una segunda fuente de ingresos valiosa para los agricultores. Mientras tanto, es posible
obtener astillas, pastos celulósicos y otros cultivos energéticos de tierras que no son
utilizadas para la producción de alimentos, favoreciendo a la economía rural a la vez de
proteger la seguridad alimentaria.
La realidad: si bien tal vez no comamos las partes celulósicas de las plantas, ellas
ofrecen un servicio valioso devolviendo nutrientes, estructura y fertilidad a los suelos
agrícolas. La eliminación de esos “desechos agrícolas” en el escenario imaginado
seguramente provocará una disminución de las cosechas, un aumento drástico del uso de
fertilizantes sintéticos, o ambas cosas. Tampoco es cierto que los cultivos y plantaciones
celulósicos no compitan con los cultivos alimenticios por el uso de la tierra. Somos
testigos de cómo tierras que actualmente brindan alimento a los pobres y a los pueblos
marginados están siendo convertidas en cultivos bioenergéticos. Esa tendencia
seguramente se intensificará si mejora el valor económico de los cultivos celulósicos.
Como si fuera poco, los cultivos celulósicos también compiten con los cultivos
alimenticios por agua y nutrientes.
7. Los plásticos y productos químicos basados en la biomasa son más benignos para
el ambiente que los productos químicos basados en combustible fósil.
El argumento: como los componentes básicos de los productos químicos y plásticos
derivados de la biomasa son almidones y azúcares en lugar de minerales fósiles, es más
fácil diseñar productos químicos ecológicos y bioplásticos que se degradan en sus partes
constituyentes y no tienen la toxicidad de los productos químicos y polímeros derivados
de combustibles fósiles.
La realidad: En algunos casos los plásticos y químicos derivados de la biomasa pueden
diseñarse para ser menos tóxicos y persistentes en el ambiente, pero esa no es la
tendencia. El polímero propanediol (también conocido como Sorona) de DuPont, un
plástico biológico comercial de vanguardia, convierte 150 mil toneladas de alimento
biodegradable (maíz) en 45 mil toneladas de plásticos no degradables. Y es que las
empresas buscan producir sustitutos de sus compuestos extremadamente tóxicos, como el
PVC, pero a partir de azúcares de biomasa en lugar de hidrocarburos. En la medida en
que la industria química se invierte más recursos en la producción de base biológica,
muchos de los mismos compuestos tóxicos que se encuentran en el mercado serán
producidos a partir de un carbono nuevo (plantas) en lugar del carbono fosilizado
(petróleo).
8. La biomasa es buena para la economía mundial; promueve el desarrollo
económico en el Sur y crea “puestos de trabajo verdes” en el Norte.
El argumento: a medida que las industrias de “energía verde” se consoliden en todo el
mundo generarán puestos de trabajo especializados, de alta tecnología, que también son
amigables para el ambiente. Nuevos trabajos en el sector manufacturero que utilicen
procesos basados en material biológico califican como “trabajos verdes”, ofreciendo
oportunidades de empleo a la vez de reformar industrias contaminantes. La fabricación de
biomasa también ofrece la posibilidad de impulsar a las economías rurales y del Sur, que
pueden destinar tierra para lucrativos cultivos y plantaciones de biomasa y pueden
construir instalaciones biomanufactureras cercanas a grandes fuentes de celulosa y de
otro tipo de biomasa. La bioenergía también puede ofrecer dinero extra para el desarrollo
en el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto.
La realidad: las tecnologías de la biomasa están en gran medida sujetas a patentes y
otras reivindicaciones de propiedad privada, y los intentos de los países por desarrollar
industrias manufactureras basadas en la biodiversidad quedarán sujetas a las regalías y/o
las tarifas de los derechos de licencia. La agricultura y las plantaciones industriales ya
son controladas por un grupo de empresas transnacionales. Además, no hay razón para
creer que las biorrefinerías y las plantaciones de cultivos energéticos en régimen de
monocultivo sean “verdes” o seguros para los trabajadores. Además de los efectos
perjudiciales para los seres humanos y el ambiente de los insumos químicos y las técnicas
de producción en monocultivo, los organismos sintéticos también pueden resultar dañinos
para el ambiente y ser riesgosos para la salud de los trabajadores. La experiencia de
Brasil sirve como advertencia para el mundo real: los cortadores de caña de azúcar para
bioenergía (actualmente etanol) están expuestos a niveles altísimos de agroquímicos y a
la peligrosa contaminación aérea. Lejos de ayudar a las comunidades marginales, las
nuevas plantaciones para bioenergía, acreditadas por el MDL y otros mecanismos,
pueden ocupar las tierras de campesinos y pequeños productores usurpándoles el control
sobre la producción de alimentos, el agua y la salud de los ecosistemas en los cuales
viven.
9. Una economía de la biomasa reduce la inestabilidad política/guerras/terrorismo
asociados con los petrodólares
El argumento: las guerras por el petróleo, el gas natural y otros recursos fósiles han sido
un rasgo dominante del pasado siglo veinte y principios del veintiuno. Las abultadas
ganancias de la extracción de petróleo en el Medio Oriente y otros lugares han alentado
indirectamente a grupos extremistas y alimentado tensiones geopolíticas. Las compañías
petroleras han ignorado los derechos humanos y reivindicaciones territoriales de
comunidades indígenas y tradicionales en su carrera por el control de las zonas
petrolíferas y gasíferas que quedan. A diferencia de los recursos fósiles, la biomasa está
distribuida de manera más pareja en el planeta y permitiría a las economías industriales
lograr independencia energética, cortando el flujo de efectivo a regiones inestables del
planeta.
La realidad: eliminar los hidrocarburos fósiles de la serie de fuentes energéticas del
mundo (aún si fuera posible o probable) no resolvería mágicamente las tensiones
geopolíticas. Al igual que los recursos fósiles, la biomasa también está distribuida de
manera dispareja en todo el planeta y ya hay una rebatiña por la apropiación y control de
la tierra, el agua y los minerales estratégicos, así como por la propiedad intelectual, que
habilitará la nueva economía de la biomasa. Las luchas por los escasos recursos de agua
dulce y por los océanos y desiertos pueden hacerse más comunes, en especial a medida
que maduren las tecnologías de biomasa de las algas. El agronegocio, las empresas
forestales y la industria azucarera no son más respetuosas de los derechos humanos y las
reivindicaciones de soberanía de lo que han sido las grandes petroleras: para las
comunidades que luchan contra las plantaciones celulósicas, el acaparamiento de tierras,
el robo del agua o la tala ilegal, las guerras por la biomasa ya comenzaron.
10. Las tecnologías de la biomasa necesitan apoyo como paso transitorio a una
nueva combinación de fuentes de energía, entre ellas la nuclear, la eólica, el “carbón
limpio”, etc.
El argumento: como sociedad mundial debemos cambiar la forma en que producimos
energía, de frente a los enormes desafíos que tenemos al respecto. Sin embargo, es
demasiado temprano para saber cómo será la nueva combinación de energías que nos
funcione, en la medida que las tecnologías que las harían posible todavía no existen. Si
bien la biomasa podría jugar un papel pequeño en la nueva economía de la energía, su
ventaja es que puede desplegarse rápidamente como recurso transitorio, mientras damos
el paso a soluciones de más largo plazo que no se han desarrollado o necesitan más
tiempo para llevarse a la práctica, como la energía del hidrógeno, la fusión nuclear y el
“carbón limpio”. Entonces, es imperativo desarrollar las tecnologías de la biomasa para
aumentar el rango de opciones disponibles.
La realidad: la sociedad mundial enfrenta una crisis estructural no simplemente con
respecto a la energía sino una serie de crisis convergentes entre las que están el exceso de
producción y consumo de recursos. Comparar el valor de una economía basada en la
biomasa con otros modelos de producción injustos, como la energía nuclear o la captura y
el almacenamiento de carbono, es equivocado. La reducción en el consumo de energía es
políticamente más difícil de digerir, pero es ecológicamente imprescindible. Apoyar a la
agricultura campesina descentralizada, que no fomenta el cambio climático y garantiza la
soberanía alimentaria, es otra forma de resolver nuestra crisis mundial.
Parte 2
—Las herramientas y los jugadores
En una fábula apropiada para la bioeconomía de hoy, el enano Rumpelstilskin cobró un
precio muy alto (el primogénito de la hilandera) por su tecnología para convertir la paja
en oro hilándola con una rueca.
Ilustración de Rumpelstiltskin de Household Stories de los Hermanos Grimm, 1886
La nueva bioalquimia
Pertrechándose para el asalto
Los sueños de transformar biomasa barata en valiosas materias primas no es nada nuevo.
En un cuento del folclore alemán recogido en el siglo XIX, un enano llamado
Rumpelstiltskin convirtió la paja en oro hilándola con una rueca. Rumpelstiltskin era, en
parte, una caricatura de los alquimistas (alquimia significa “transformación”) de esa
época que buscaban convertir materiales naturales básicos en productos de alto valor. En
efecto, toda una rama de la alquimia, la espagiria, se dedicaba a transformar la materia
vegetal para fines más elevados.165 Algunas de las búsquedas centrales de la alquimia,
como la de encontrar una panacea y crear un solvente universal que reduciría toda la
materia a sus partes constituyentes, tiene eco hoy en los esfuerzos por desarrollar
celulasas de las plantas (enzimas que degradan la celulosa) y transformar la paja en
combustibles y materiales celulósicos. Hay cuatro plataformas amplias para transformar
la biomasa.
Combustión
La forma más fácil de obtener valor de un montón de biomasa es acercarle un fósforo: la
combustión es la manera de obtener la máxima energía de la biomasa. Algunos ejemplos
de técnicas de combustión son la combustión abierta (combustión con oxígeno), la
pirólisis (combustión sin oxígeno), la gasificación de la biomasa (combustión a
temperaturas muy elevadas con cantidades controladas de oxígeno) y la gasificación por
arco de plasma (calentar la biomasa con una corriente eléctrica de alto voltaje).
Química
De la misma forma que los químicos petroleros han perfeccionado el “craqueo” de
complejas moléculas de hidrocarburo en moléculas más simples utilizando calor, presión
y catalizadores ácidos, es posible utilizar técnicas similares para degradar carbohidratos
en biomasa para la transformación en sustancias de química fina, polímeros y otros
materiales. Técnicas termoquímicas (como el proceso Fischer-Tropsch) transforman el
material lignocelulósico en hidrocarburos. La extracción de proteínas y aminoácidos
produce compuestos valiosos. Algunas técnicas de fermentación, a veces combinadas con
ingeniería genética y biología sintética (ver más abajo) también pueden producir
proteínas que pueden ser refinadas en plásticos, combustibles y productos químicos.
Biotecnología / Ingeniería genética
Durante miles de años se ha utilizado tanto la fermentación de azúcares vegetales para
convertirlos en alcoholes como el fitomejoramiento tradicional. Ahora se han introducido
nuevas tecnologías genéticas que son la causa de gran parte del entusiasmo industrial por
la biomasa. Algunas de ellas son los nuevos enfoques de la ingeniería genética (ADN
recombinante) para modificar plantas de manera que expresen más celulosa o puedan
degradarse más rápidamente para la fermentación o para crecer en suelos y condiciones
climáticas menos favorables. Más recientemente, la biología sintética (ver más abajo)
permite el desarrollo de organismos nuevos que o bien son más eficientes en la captación
de la luz solar o el nitrógeno, o bien pueden generar más enzimas totalmente nuevas
(proteínas biológicamente activas). Esas enzimas son utilizadas para llevar a cabo
reacciones químicas o producir nuevos compuestos a partir de material vegetal.
Nanotecnología
La nanotecnología hace referencia a una serie de técnicas que utilizan y manipulan las
propiedades inusuales que exhiben las sustancias cuando están a la escala de átomos y
moléculas (aproximadamente por debajo de 300 nanómetros). Hay creciente interés de
parte de la industria por transformar estructuras a nanoescala encontradas en la biomasa
para nuevos usos industriales. Los investigadores están interesados en la nanocelulosa
como una nueva materia prima, sacando ventaja de la larga estructura fibrosa de la
celulosa para construir nuevos polímeros, materiales “inteligentes”, nanosensores o
incluso productos electrónicos. La investigación en la nanobiotecnología apunta a
modificar las propiedades a escala nanométrica de la madera viva y de otras fuentes de
biomasa para alterar su material o propiedades productoras de energía.
Biología sintética - la innovación para la biomasa
Las áreas de más rápido crecimiento en la economía de la biomasa, como la producción
de bioelectricidad, usan tecnología de bajo impacto, en contraste con los desarrollos que
propone por ejemplo la biología sintética, que promete expandir las posibilidades
comerciales de la biomasa, acelerando su acaparamiento mundial. La biología sintética es
una industria que crea “organismos de diseño” para actuar como “fábricas vivas”. La idea
es que los microorganismos en las contenedores de fermentación transformarán la
biomasa en una gama más amplia de productos químicos, plásticos, combustibles,
productos farmacéuticos y otros componentes de alto valor. La biología sintética se
refiere a un conjunto de técnicas de “ingeniería genética extrema”, que implican construir
sistemas genéticos nuevos utilizando principios de ingeniería y ADN sintético.167 La
biología sintética difiere de las técnicas “transgénicas” que “cortan y pegan” secuencias
de ADN presentes en la naturaleza, de un organismo a otro para cambiar la conducta de
determinado organismo (por ejemplo, se insertan genes bacteriales en el maíz o genes
humanos en el arroz).168
 “En los próximos 20 años, la genómica sintética se convertirá en la norma para hacer
todo. La industria química dependerá de ella. Una gran parte de la industria energética
dependerá de ella”. – J. Craig Venter, fundador de Synthetic Genomics, Inc.166
Organismo sintético: forma de vida fabricada por una máquina; un organismo vivo
(generalmente levadura o bacteria) al cual se le agregaron hebras de ADN que fueron
construidas por una máquina llamada sintetizador de ADN utilizando las técnicas de la
biología sintética.
Los biólogos sintéticos construyen ADN de cero utilizando una máquina llamada
sintetizador de ADN, que puede “imprimir” el ADN según se lo diseñe. De esta manera
pueden alterar radicalmente la información codificada en el ADN, creando instrucciones
genéticas totalmente nuevas e iniciando una serie de complejas reacciones químicas
dentro de la célula, conocidas como vía metabólica. En efecto, las nuevas hebras
sintéticas de ADN “secuestran” la maquinaria de la célula para producir sustancias que
no se producen de manera natural.
Los biólogos sintéticos dicen que pueden incidir en la programación de células simples
como levaduras y bacterias para que se comporten como fábricas. En los últimos cinco
años, la biología sintética ha pasado de ser una ciencia “marginal” —híbrido de
ingeniería y programas de computación, en lugar de una disciplina separada de la
biología— para convertirse en un sector de gran interés e inversión industrial.
Biología sintética: impredecible, no probada y poco conocida
“Si se construye un microorganismo sintético combinando…elementos genéticos en
una forma nueva, carecerá de un linaje genético claro y podría tener ‘propiedades
nuevas’ que resulten de las complejas interacciones de sus genes constituyentes. En
consecuencia, los riesgos que acompañan a la liberación accidental del laboratorio de
un organismo de ese tipo serían muy difíciles de evaluar por adelantado, incluso su
posible propagación en nuevos nichos ecológicos y la evolución de características
nuevas y potencialmente perniciosas”.
–Jonathan B. Tucker y Raymond Zilinskas, “The Promise and Perils of Synthetic
Biology”169
Para los observadores de la sociedad civil lo más inquietante de la biología sintética no es
que presuma de poder hacer una nueva versión de partes de la vida sino lo rápido que se
está comercializando sin supervisión alguna. Los organismos construidos artificialmente
ya se emplean en la producción de miles de toneladas de biocombustibles y productos
químicos derivados de material biológico, mucho antes de haber investigado o discutido
su seguridad y eficacia o los conceptos que subyacen en las técnicas implicadas.
Por ejemplo, los biólogos sintéticos actúan sobre el supuesto de que el ADN —molécula
de azúcar formada por cuatro tipos de compuestos químicos organizados en una
secuencia única— forma un código que instruye a un organismo vivo cómo crecer,
funcionar y comportarse. Al reescribir ese código aducen que pueden programar formas
de vida al igual que se programa una computadora. Esos supuestos se basan en un modelo
de sistemas genéticos que tiene 50 años de antigüedad, conocido como el “dogma
central” de la genética. Sin embargo, la exactitud de ese dogma se vuelve cada vez menos
segura.
Nuevas investigaciones en la ciencia genética, especialmente en los campos de la teoría
de los sistemas de desarrollo y la epigenética, cuestionan la prominencia que se ha dado
al código del ADN. Los teóricos de los sistemas de desarrollo señalan que todas las
formas de los elementos complejos, tanto dentro como fuera de una célula viva, influyen
en la manera en que un organismo vivo se desarrolla, y esto no puede determinarse a
priori enfocándose exclusivamente en el código del ADN.170 Los especialistas en
epigenética (que estudia los factores no genéticos del desarrollo de un organismo)
argumentan que hay componentes más sutiles, como los productos químicos orgánicos
que envuelven el ADN (conocidos como grupos metiles), que pueden tener un efecto tan
grande en la forma en que evoluciona un organismo como el que tiene el ADN. También
pueden tenerlo factores ambientales como el estrés y el clima.
En efecto, los biólogos sintéticos a menudo informan que sus programas de ADN
cuidadosamente diseñados, que funcionan perfectamente en una computadora (in silico),
no funcionan en organismos vivos sintéticos o tienen efectos secundarios inesperados en
la conducta de un organismo.171 Resulta que la biología es engorrosa. Aplicar estándares
y el rigor de la ingeniería al mundo biológico es interesante desde el punto de vista
teórico, pero puede no ser adecuado para sistemas vivos. “Los ingenieros pueden venir y
reprogramar esto y lo otro. Pero los sistemas biológicos no son sencillos”, explica Eckard
Wimmer, un “biólogo sintético” de la Universidad Estatal de Nueva York en Stonybrook.
Y agrega que “los ingenieros descubrirán que las bacterias se ríen de ellos”.172 Tal como
admite otro “biólogo sintético”, James Collins, de la Universidad de Boston: “Si su
conocimiento es incompleto, se llevará algunas sorpresas”.173
La posibilidad de que surjan comportamientos inesperados hace aún más sorprendente
que no exista una metodología para controlar las consecuencias sobre la salud o la
seguridad ambiental de un nuevo organismo sintético. Los mecanismos reguladores
existentes para evaluar la seguridad de organismos transgénicos “convencionales” se
basan en una idea controvertida conocida como “equivalencia sustancial”,174 que hace
una estimación lo más aproximada posible de cómo podría comportarse la combinación
de genes insertados y el organismo receptor. Sin embargo, la equivalencia sustancial es
totalmente inapropiada para evaluar organismos construidos en laboratorio: los biólogos
sintéticos no se limitan a mover discretas secuencias genéticas entre especies;
regularmente insertan secuencias construidas de ADN tomadas de varios organismos
diferentes. También suelen incluir secciones de ADN que nunca antes habían existido en
la naturaleza, a las que se les provocó la mutación utilizando una técnica de laboratorio
llamada “evolución dirigida” o diseñada, que utiliza un programa de computación y
posteriormente una máquina de síntesis de ADN, que lo construye a partir de cero. Por
ejemplo, la levadura sintética diseñada por Amyris Biotechnologies, que está a punto de
ser utilizada comercialmente a gran escala en Brasil, tiene ADN adicional construido a
partir de 12 genes sintéticos tomados en su mayor parte de plantas, pero todo levemente
alterado para trabajar en determinado microbio.175 En el futuro, esos organismos podrían
construirse a partir de cientos de fuentes diferentes. Como señaló un grupo de biólogos
sintéticos en 2007, “continúa incierta la evaluación, para fines de seguridad biológica, de
ese tipo de construcciones”. 176
Incluso organismos sintéticos mucho más simples presentan perspectivas “turbias” para
la evaluación de la seguridad. “Debido a la falta de evidencia empírica, el inventor de un
microorganismo sintético no podría predecir con cierto grado de seguridad los efectos de
su liberación en la salud humana y el ambiente”, expresan los biólogos Jonathan Tucker y
Raymon Zilinskas, del Instituto Monterrey de Estudios Internacionales. “Aun cuando se
conociera la fuente de todas las partes de un microorganismo sintético, y se
comprendieran todos los nuevos circuitos genéticos, sería difícil predecir si el organismo
tendría alguna ‘propiedad novedosa’ inesperada”.177 Por ejemplo, incluso si las
secuencias genéticas añadidas a un organismo no se consideraran patógenas, igual cabría
la posibilidad de que se hicieran patógenas ya insertadas dentro del organismo sintético.
Michael Rodemeyer, antiguo encargado de regulación ambiental en Estados Unidos,
señaló en una reseña sobre los aspectos de seguridad de la biología sintética, que la
ingeniería genética ha provocado riesgos inesperados a la salud, tal es el caso de un virus
transgénico de la viruela del ratón, que se esperaba esterilizaría a los ratones, pero en vez
de ello creó una cepa súper maligna de la viruela.178 También se corren riesgos
ecológicos considerables en el caso de la liberación de organismos sintéticos (por
ejemplo cultivos y algas), ya sea deliberada o accidental en las biorrefinerías. Puesto que
las especies que usualmente se modifican (algas, E. coli y levaduras) son muy comunes
en el ambiente, existe la posibilidad de que se crucen con especies naturales y se
produzca una contaminación de las comunidades microbianas en el suelo, los mares y los
animales, incluidos los humanos. Los microbios se propagan y mutan rápidamente, y
también se mueven a través del suelo, los cursos de agua y otras rutas, así que podría ser
especialmente difícil rastrear los escapes. Los biólogos sintéticos sostienen que sus
creaciones en el laboratorio son demasiado débiles para sobrevivir fuera de las
condiciones óptimas en las que fueron desarrolladas; sin embargo ya se ha demostrado lo
contrario. Cuando en la década de 1990 se aprobó por primera vez la liberación de
cultivos transgénicos como el maíz, el algodón y la soja, las compañías de biotecnología
también aseguraron a los reguladores que serían demasiado débiles para cruzarse con los
cultivos convencionales. Dos décadas después, gran parte de los cultivos de maíz, canola
y algodón del mundo se han contaminado de genes manipulados debido a la mezcla de
semillas y la polinización cruzada.
“La biología sintética producirá organismos que multiplicarán los rasgos de múltiples
organismos, y por lo tanto podría ser difícil predecir sus propiedades”.
–Opinión de la Comisión Europea sobre la ética de la biología sintética179
Organismos sintéticos como biofábricas
La industria ya aprovecha rutinariamente las levaduras naturales para convertirlas en
diminutas biofábricas. Por ejemplo, transforman el azúcar de la caña en etanol, o el trigo
en cerveza. Sin embargo, al alterar la levadura (u otros microbios), la misma azúcar
puede ser convertida en productos nuevos, dependiendo de cómo se ha “programado” la
información genética de la levadura. Miles de millones de microbios sintéticos
contenidos en una sola cuba industrial pueden ingerir azúcar y excretar combustibles de
hidrocarburos con las propiedades de la gasolina (en lugar del etanol usual). Los mismos
microbios, si son programados de manera diferente, podrían excretar un polímero, un
producto químico para hacer caucho sintético o un producto farmacéutico. En efecto, el
microbio se ha convertido en una plataforma de producción para distintos compuestos
químicos. “Los ingenieros químicos son buenos para integrar muchas piezas y hacer una
planta química a gran escala, y eso es lo que estamos haciendo en la ingeniería biológica
moderna. Estamos tomando cantidad de piezas genéticas pequeñas y poniéndolas juntas
para hacer todo un sistema”, explica el pionero de la biología sintética, Jay Keasling, del
Instituto de Bioenergía del Departamento de Energía de los Estados Unidos. “En realidad,
estamos diseñando la célula para que sea una fábrica química. Estamos construyendo las
modernas fábricas químicas del futuro”.180 David Roberts, quien escribe para Grist,
describe la biología sintética más sucintamente: “…los microbios manipulados
genéticamente comerán azúcar y cagarán petróleo”.181
Enzimas sintéticas para celulosa
Los “biólogos sintéticos” también están creando las herramientas que harán de la celulosa
un azúcar con infinidad de usos industriales. Compañías de enzimas como DSM,
Verenium, Genencor, Codexis y Novozymes desarrollan microbios alterados
sintéticamente para producir poderosas enzimas nuevas (proteínas químicamente
reactivas) conocidas como celulasas, que degradan el entramado molecular de la
lignocelulosa en azúcares de celulosa más simples.182 Hasta hace poco eran necesarios
procesos que usaban muchísima energía para liberar la celulosa de la biomasa para su
posterior fermentación.
Otras empresas, como Mascoma y LS9, intentan construir micro organismos de “doble
función”, que degraden la biomasa en azúcares disponibles y luego fermenten esos
azúcares en combustibles (en el caso Mascoma ese combustible es el etanol; para LS9 su
E.coli sintético puede convertir la celulosa en una variedad de productos químicos,
combustible diesel entre ellos).183 Christopher Voigt, un biólogo de la Universidad de
California, San Francisco, ha llegado más lejos en el desarrollo de un método de “materia
prima flexible” llamado Bio-MeX, en el cual los microbios sintéticos (que contienen 89
partes genéticas nuevas) pueden degradar pasto, rastrojos de maíz, bagazo de caña de
azúcar o astillas de álamo no procesados y fermentarlos directamente en una serie de
productos químicos conocidos como metilhaluros. Los metilhaluros se usan generalmente

como fumigantes agrícolas pero también son moléculas precursoras que pueden ser
convertidas en otros productos químicos y combustibles como la gasolina.184
“Una característica de la industrial actual es que si se construye una planta de maíz-paraetanol,
el maíz es la única materia prima y el etanol es el único producto”, explica Voigt.
“No se puede cambiar de golpe. Tomamos la cuestión de la materia prima y el producto
por separado”.185
Plantas sintéticas – Cambiando la materia prima
Un grupo de empresas también está comenzando a agregar secuencias de ADN sintético
para manipular plantas de manera que tengan un desempeño más eficiente como materia
prima para la bioeconomía. Un ejemplo es el maíz alfa amilasa de Syngenta, que
incorpora secuencias sintéticas manipuladas por Verenium (ahora propiedad de BP). Esas
secuencias inducen al maíz a producir una enzima que degrada rápidamente los tallos del
maíz en celulosa para producir biocombustibles celulósicos.188 La compañía
agrobiotecnológica Agrivida, en conjunto con “biólogos sintéticos” de Codon Devices
(ahora extinta), ha desarrollado un maíz similar,189 mientras que Chromatin Inc., junto
con Monsanto y Syngenta, también está utilizando biología sintética para “reprogramar”
cultivos industriales como maíz, algodón y canola como materia prima más eficiente para
la producción de biocombustible.190
Trituradores de celulosa y fermentadores de combustibles ¿sueltos?
Gran parte del trabajo comercial actual en biología sintética implica desarrollar microbios
que puedan digerir la biomasa celulósica en azúcares más simples o convertir la celulosa
y otros azúcares en plásticos, combustibles y productos químicos. Si esos organismos
escaparan de la cuba de fermentación y sobrevivieran en el ambiente natural, habría que
alarmarse. Si las cepas fugadas resultan capaces de degradar la celulosa y otros azúcares
presentes en el ambiente y los fermentan en productos industriales in situ, estamos
hablando de serios riesgos para el ambiente y la salud.
Hay antecedentes: en 1999, la especialista en suelos Elaine Ingham, de la Universidad de
Oregon, y el estudiante Michael Colmes informaron sobre experimentos realizados con
una bacteria del suelo manipulada genéticamente llamada Klebsiella planticola. Una
compañía biotecnológica europea había alterado la bacteria para fermentar la paja
celulósica del trigo en etanol y estaba preparando su utilización comercial. Ingham y
Colmes agregaron la bacteria transgénica a diferentes muestras de suelo y descubrieron
que la bacteria se alimentaba de residuos celulósicos en el suelo para producir etanol, que
a su vez envenenó y mató plantas que estaban creciendo. En ese momento la Agencia de
Protección Ambiental de los Estados Unidos estaba considerando la posibilidad de añadir
residuos de sedimentos del uso de la Klebsiella planticola transgénica a los campos.186
El caso tiene importancia para demostrar que los organismos sintéticos en biorrefinerías
comerciales también producirán desechos que deberán ser eliminados. Además,
actualmente no se espera que esas biorrefinerías apliquen procedimientos de bioseguridad
muy rigurosos, actuando más como fábricas industriales de fermentación que como
laboratorios de alta tecnología. Las evidencias de la industria de elaboración de cerveza,
que utiliza levadura para la fermentación así como lo hacen las refinerías comerciales de
biología sintética existentes, indican que el escape de organismos podría ser bastante
común. Según el experto en elaboración cervecera Hugh Dunn, un estudio que abarcó
seis cervecerías investigadas a lo largo de tres años descubrió que cepas comerciales de
levadura en cultivo escaparon al ambiente. Ya existe preocupación en los viñedos
biodinámicos de que incluso cepas no transgénicas escapadas puedan afectar el sabor y
carácter de los vinos.187
Electricidad a partir de organismos sintéticos
Los organismos sintéticos que crecen en tinajas de azúcares de biomasa también pueden
usarse para producir electricidad. En 2006, Yuri Gorby, entonces en el Departamento de
Energía de Estados Unidos, demostró que varias cepas de bacteria producen de manera
natural pequeñas cantidades de electricidad que es conducida a través de nanocables
naturales.191 Gorby trabaja ahora en electricidad bacteriana en el Instituto dirigido por J.
Craig Venter, magnate de la biología sintética.192 En 2008, un equipo de estudiantes de
Harvard contribuyó al trabajo de Gorby para participar en una competencia sobre
biología sintética llamada iGEM (una competencia internacional de máquinas
manipuladas genéticamente). El equipo de iGEM desarrolló lo que llamaron
“Bactricidad” alterando sintéticamente la bacteria Shewanella oneidensis para adherirla a
los cables y transportar electricidad. Los investigadores dijeron que esa tecnología podría
ser la base de futuras células o sensores bacteriales para combustible.193
El asalto de la biología sintética a los medios de sustento
–Sustitución de materias primas
Para entender cómo la contribución de la biología sintética a la economía de la biomasa
afectará los medios de vida del Sur, veamos el plan comercial de Amyris
Biotechnologies, fundado por el pionero de la biología sintética Jay Keasling. Amyris se
jacta de que están “listos ahora para comercializar productos farmacéuticos y otros
productos químicos finos, de alto valor, tomados de los bosques y océanos del mundo
para transformar esos compuestos en microbios sintéticos”.195 El proyecto de alto perfil
de Amyris, con un financiamiento del orden de los 42.5 millones de dólares provenientes
de la Fundación Bill & Melinda Gates, ha sido la reingeniería de la levadura industrial
para producir artemisinina, un valioso compuesto contra la malaria, generalmente
obtenido de la Artemisia annua, un arbusto de ajenjo de aroma dulce que suele ser
plantado por miles de pequeños agricultores de África oriental, el sudeste asiático y Asia
meridional.196 Hasta los impulsores del proyecto admiten que el cambio de la
producción de artemisinina de los campos de los agricultores a las tinas de microbios, en
régimen de patente y bajo el control de Amyris y su socio comercial Sanofi Aventis,
podría causar impactos en el ingreso y los medios de sustento de los agricultores del
ajenjo.197
 “Deberíamos poder lograr que cualquier compuesto producido por una planta lo
fabriquemos dentro de un microbio…Debemos tener todas esas vías metabólicas. Si
usted necesita tal medicamento, muy bien: sacamos este pedazo, esta parte, y aquello
otro del anaquel. Se pone todo en un microbio y dos semanas después tenemos su
producto”. – Jay Keasling, Amyris Biotechnologies194
En efecto, un informe del instituto The Netherlands Royal Tropical destacó en 2006 que
la perspectiva de que se produzca artemisinina sintética es una de las mayores amenazas
para los productores de artemisia.198 Los promotores de la artemisinina artificial
sostienen que los beneficios para la salud pública mundial de producir artemisinina barata
compensan la pérdida de los medios de sustento de unos miles de agricultores.199 El
hecho de que cultivadores de artemisia de África y Asia pierdan sus mercados es solo la
señal de advertencia de un desmantelamiento mucho mayor de los medios de sustento por
parte de empresas de la biología sintética en el contexto de la nueva bioeconomía. Más
allá de los compuestos medicinales, los “biólogos sintéticos” han puesto sus ojos en
producir muchas de las materias primas abundantes y estratégicas de las cuales dependen
los ingresos de los países del Sur:
Caucho – En 2007, el Grupo ETC informó de los intentos Jay Keasling por producir en
laboratorio microbios que sinteticen el caucho natural,200 un proyecto que el
Departamento de Agricultura de Estados Unidos confió ayudaría a suplantar el caucho
que importa de países del sur, por un valor de dos mil millones de dólares. En septiembre
de 2008, uno de los productores de neumáticos más grandes del mundo, Goodyear,
anunció una iniciativa conjunta con Genencor para incrementar la producción microbiana
de isopreno, el producto químico utilizado para fabricar caucho sintético para neumáticos
mediante organismos sintéticos que se alimentan de azúcares.201 Se programó la
producción comercial del caucho para 2013. En su anuncio, Goodyear aclaró que la
disponibilidad de isopreno sintético ofrecería una alternativa al caucho natural utilizado
en los neumáticos.202
Parece razonable pensar que este producto impactaría en el precio del caucho y por lo
tanto en los medios de sustento de los productores de caucho a pequeña escala y los
trabajadores de las plantaciones. Para marzo de 2010 se informó que Goodyear ya había
utilizado el “bioisopreno” de Genencor para fabricar caucho sintético, que luego utilizó
para hacer varios prototipos de neumáticos y estaba por decidir la construcción de una
fábrica de producción piloto.203
Saborizantes – Glicirrizina es el compuesto azucarado principal de la raíz de regaliz; es
de 150 a 300 veces más dulce que la sucrosa (azúcar de mesa) y es muy usado como
edulcorante natural así como medicina natural tradicional. La raíz del regaliz es muy
requerida y su abastecimiento está casi exclusivamente limitado a las especies indígenas
naturales de la planta de regaliz encontrada en regiones áridas de China, y Medio y
Cercano Oriente. En 2009, investigadores del Instituto japonés RIKEN identificaron y
sintetizaron todos los genes responsables de la producción de glicirrizina.204 Según los
investigadores, ahora debería ser posible utilizar biología sintética para inducir a una
planta de soja o a un microbio como la levadura, a que produzca glicirrizina. Si llegan a
tener éxito sería posible sacar la producción de regaliz del Medio y Lejano Oriente para
producirla en campos industriales de soja o incluso en contenedores confinados.
El remplazo del sustituto En octubre de 2008, Synthetic Genomics, Inc., la empresa
privada dirigida por J. Craig Venter, recibió una inversión de 8 millones de dólares del
conglomerado de aceite de palma The Genting Group, para decodificar el genoma de la
palma aceitera.205 Si bien la inyección de dinero estaba originalmente dirigida a alterar
la palma aceitera para la producción de biocombustible, pronunciamientos más recientes
de Venter señalan un camino muy diferente. En 2010, en declaraciones por televisión en
Estados Unidos, Venter explicó que su empresa estaba intentando ahora utilizar algas
sintéticas para fabricar sustancias alimenticias en lugar de cosechar plantaciones de
palma aceitera. “Teóricamente, con las algas se logra una productividad 20 veces mayor,
y ocupan mucho menos sitio… En lugar de obtener aceite de pescado matando peces,
podemos obtener una versión a partir de las algas”.206 Venter no es el único que busca
un reemplazo biosintético para el aceite de palma. En septiembre de 2010, el mayor
comprador de aceite de palma del mundo, el gigante del rubro alimenticio Unilever,
anunció una inversión multimillonaria en la empresa de biología sintética Solazyme, para
desarrollar aceite de alga que reemplazaría al aceite de palma en alimentos tales como
mayonesas y cremas heladas, así como jabones y lociones. Unilever dice que actualmente
les falta de tres a siete años para lanzar un nuevo ingrediente alimenticio biosintético,
pero enfatiza que “no se trata tan solo de un nicho de ventas… Esto es algo que creemos
tiene una tremenda capacidad”. Solazyme anuncia que pueden manipular “perfiles de
aceite” de las algas y crear sustitutos para distintos tipos de aceite. Si bien dicen que
pueden hacer esto con cepas naturales, están esperando que se diluya la oposición de los
consumidores a los alimentos transgénicos para así utilizar biología sintética.
Nanocelulosa – menos celulosa para más mercados
Con la modificación de las fibras de celulosa a escala atómica, los nanotecnólogos están
abriendo la posibilidad encontrar nuevos usos y con ello tener nuevos mercados para la
biomasa industrial:
Nanomateriales, energía y productos farmacéuticos: Si bien el ejemplo modelo de los
nanomateriales, los nanotubos de carbono súper fuertes, generalmente se producen de
grafito, también es posible producirlos a partir del etanol de maíz.208 Además, los
nanotecnólogos se entusiasman cada vez más con una nueva clase de nanoestructuras
conocidas como nanocristales de celulosa. Derivadas de la biomasa, pueden agregarse a
plásticos para hacerlos 3000 veces más fuertes, pueden diseñarse para la administración
de fármacos y vacunas, y pueden usarse como andamios para crear nanocables metálicos
y partículas con los cuales crear pequeños sensores y nuevos materiales fotovoltaicos
(que producen electricidad solar).209
Trajes blindados, aparatos médicos y alimentos: una forma de nanocelulosa producida
de la pulpa de madera por la empresa sueca Innventia se publicita como tan fuerte y a la
vez liviana como el Kevlar, capaz de impedir que los alimentos envasados se deterioren,
útil para crear partes artificiales del cuerpo humano en aplicaciones médicas y también
comestible para relleno de alimentos procesados. La primera fábrica comercial para este
“maravilloso material” de biomasa anunció que empezaría su producción en octubre de
2010.210
Baterías: nanotecnólogos de la Universidad de Uppsala en Suecia informaron que con las
fibras de celulosa revestidas de un alga llamada Cladophora se podrían fabricar baterías
de papel de alta calidad. Las baterías de nanocelulosa tendrían de 50 a 200 por ciento más
tiempo de carga y podrían recargarse cientos de veces más rápido que las baterías
recargables convencionales. “Con la técnica plenamente desarrollada creo que podríamos
ver aplicaciones con las que hoy no podemos siquiera soñar”, anuncia Maria Strømme,
una de las científicas que desarrolló la batería. “Intenten imaginar lo que pueden crear
integrando una batería a empapelados, textiles, envases, instrumentos de diagnóstico,
etc.”211
Nanotecnología: tecnología diminuta; la nanotecnología implica manipular la materia en
la escala de átomos y moléculas (~1-300 nanómetros) para explotar propiedades nuevas
que solo aparecen a esta escala.